Subíamos por el ascensor de cristal, elevándonos sobre Seúl hasta una altura increíble. Las pequeñas luces quedaron a nuestros pies, extendiéndose ante nosotros como una gran alfombra. El restaurante tenía unas vistas preciosas, parecía todo sacado de una película.
-Bienvenida a la Torre de Seúl.-Dijo Myungsoo con los brazos abiertos. Sonreía como un niño pequeño. “Ahh… Kim Myungsoo”-Así disfrutaremos de las vistas, además de la comida y la compañía.
El corazón en mi pecho saltaba entusiasmado, dando vueltas una y otra vez, gritando en mi cabeza, que, si no me pedía matrimonio en ese sitio, no lo haría nunca. Él no decía nada. Quizá me estaba obsesionando con el tema, suspiré mirando hacia el cristal de la ventana.
La comida fue exquisita, a la luz de las velas, con la ciudad moviéndose sin pausa por allá abajo. Se respiraba tranquilidad, casi no había ningún ruido, y la música era suave. Se podía hablar sin tener que elevar la voz y los camareros estaban siempre atentos para cuando necesitáramos más bebido o hubiéramos terminado los platos. Myungsoo apenas apartaba la mirada de su cena, sumido en algún otro mundo, aunque sonriendo y sin perder detalle de lo que yo decía, o lo que pensaba.
“¿Sucede algo?” Siempre negaba y me animaba a seguir comiendo, o a probar algo de su plato, llevando su tenedor hasta mi boca riendo con ternura. Quizá era yo la que me sentía demasiado nerviosa, dando importancia a todo, por mínimo que fuera. Pero…
-¿De verdad no te pasa nada?
Suspiró, y volvió la vista atrás, asegurándose de que nadie le viera acercarse a mí en aquella especie de sofá. Se sentó a mi lado, posando su mano sobre mi pierna, haciéndome temblar. Se dio cuenta y me rodeo el torso, abrazándome lentamente, mirando mis ojos sin apartar la vista ni un momento.
-No ocurre nada.
Y entonces… ¿Por qué parecía estar nervioso? Su rostro no le delataba, pero su cuerpo lo hacía muy bien. Y eso me alteraba a mí también. En pocos segundos me di cuenta de que faltaba el postre. “¿Pasa algo con el postre?” El rio, humedeciéndose los labios con la lengua en un pequeño gesto, restándole importancia.
-No, no pasa nada. Selene, solo celebremos que vamos trabajar juntos, ¿ne?
-Vaaale…- Murmuré cogiendo una gran cucharada de la mousse de limón que había pedido, mientras él daba cuenta de su helado.


No quería tampoco pensar demasiado, pero tenía ilusiones puestas en esa cena. Quizá un anillo en el postre, o alguna sorpresa inesperada. Algo que se saliera de lo normal… Pero nada. Una cena completamente ordinaria, charlando, contemplando la ciudad, riendo y comiendo esos manjares. No tenía ningún motivo para quejarme, pero me sentía algo decepcionada.
Suspiro tras suspiro, llegamos a casa bastante tarde, aunque en mi pecho el corazón seguía retumbándome. Quizá la sorpresa estuviera allí, ahora. Puede que hubiera mandado a alguien montarlo mientras estábamos fuera…
Pero no, nada. Con un suspiro recorrí sigilosamente la casa, buscando cualquier excusa mentalmente para ir a la cocina y al salón. Hundí los hombros y fui a la habitación, para cambiarme y meterme bajo las sábanas a dormir. No estaba de humor para otra cosa.
“Es una tontería, vamos Selene, anímate.” Sentí la fría tela bajo mi cuerpo, temblando, abrazándome a la almohada. Myungsoo estaba en el baño, así que traté de calmar mis pensamientos para cuando volviera. “Estamos bien así” “¿Por qué necesitaríamos nada más?” “Me quiere, eso es lo único que importa”. Aun así, esperé que durmiéramos enseguida esa noche, no me sentía con ganas de nada más.
Cuando se metió en la cama, yo estaba ya adormilada, me dio un beso de buenas noches y apagó las luces. A los cinco minutos volvió a levantarse, pues se le había olvidado tomar agua, así que fue a la cocina. Asentí sin abrir los ojos.
Solo cuando tardó demasiado, me di cuenta de lo rápido que latía su corazón cuando se había marchado, y del silencio que provenía de la cocina, por no hablar de lo fácil que habría sido mover una botella hasta allí con sus poderes.
¿Qué estaría haciendo? “Quizá…” Fruncí el ceño, sin querer imaginarme lo que se me pasaba por la mente. Quizá había oído mis pensamientos y quería hacer algo más que dormir esa noche, así que… ¿Se había ido a calmar su cuerpo? Enrojecí, negando con la cabeza en el aire. No, no tenía demasiado sentido. Aun así agudicé el oído, por si escuchaba alguna cosa… Pero solo oía sus latidos y respiración en alguna parte de la casa.
La puerta se entreabrió en ese momento, y me incorporé, algo nerviosa. Una bengala encendida se coló dentro, lanzando chispas a su alrededor, consumiéndose según avanzaba hacia mí, hasta posarse en el suelo, escondiéndose bajo la cama. Perseguí su luz, hasta mirar que había allí abajo. Una carta y una esponja con una curiosa forma parecida a un corazón.
Dos bengalas más se unieron a la anterior para dejarme leer lo que ponía en ese trozo de papel.
“Desde aquella pequeña caída, vi tus ojos en esa estación de tren, y no he podido sacarme tu imagen de la cabeza. Desde entonces, hasta ahora. Siempre has estado presente de alguna forma en todo lo que pensaba, sin que pudiera evitarlo.
No importa que no puedas saber en lo que pienso, porque siempre pienso en ti.
Y ahora… ¿Podrías llevar esta esponja sin dueño a su sitio? Creo que hay algo esperando…”
Me levanté con el corazón en un puño y la respiración agitada. ¿Y eso? ¿Qué había estado preparando? No podía creer que fuera real, pero mi organismo ya danzaba felizmente sin mi consentimiento.
Corrí veloz hasta el aseo, recorriéndolo con la mirada de arriba abajo, esponja en mano. Dentro de la bañera, encontré una nueva carta y una manzana cortada a forma de carita sonriente.
“Creo que aún no te he dado las gracias por todo. Por cambiar mi vida y hacerme sentir algo más. Nunca sobresalí en nada especialmente, y lo único que me gustaba era la fotografía y la música, hasta que llegaste tú, como un verdadero rayo de sol.
Gracias, Selene.
¿Has visto esa manzana traviesa? Creo que se ha perdido, necesita un frigorífico urgentemente.”


Sonreí, apenas sin darme cuenta de que una lágrima rodaba por mi mejilla, pues estaba demasiado ocupada llevando la fruta a la cocina, guiada por nuevas bengalas que alumbraron mi camino, aunque veía perfectamente. De nuevo, encontré una carta y un pequeño libro. Abrí el sobre sin darme tiempo a nada más.
“Me has hecho valiente, pues a nada temo enfrentarte si se trata de ti. Todo lo que hemos superado juntos, puede que ahora parezca lejano e irreal, pero no deja de ser asombroso. Me has hecho fuerte y afortunado. Me has hecho crecer, y aprender a vivir.
Gracias a ti he descubierto una cosa…
Pero antes, este libro necesita volver con su familia, ¿te apiadarás de él?”
Asentí, sonriendo en el silencio de la casa, sin poder creer lo que estaba sucediendo, crucé la puerta, para llegar a la mesa de café del salón. Nueva carta, y una chaqueta. Pero antes de poder abrirla, las bengalas se alejaron de mí, yendo hasta las paredes… Recubiertas con fotos nuestras. Me acerqué con la boca abierta. Todos esos momentos… La playa, aquellas mañanas en las que su cámara quedaba en mis manos, y multitud de fotos mías, tomadas sin que yo me diera cuenta, en todas las situaciones posibles. Allí estaba, mirando al infinito en la terraza, escuchando música, cocinando, dormida, caminando por la calle… “Cuando…?” Me pregunté confundida.
“Siempre tan hermosa: pensando en mil cosas a la vez, consciente de todo, amante de los pequeños detalles y despistada. Esa mirada soñadora e inocente y tu hablar bohemio. ¿Aún te preguntas por qué te quiero?
Porque no puedo vivir sin ti, necesito tu sonrisa para que mi día sea completo. Si no estás, no soy. No me imagino mi vida sin ti, no me faltes nunca, quédate junto a mí.
Seguir creando recuerdos, nuestros días, nuestras noches, los buenos momentos y los malos que superaremos si tienen que venir. Contigo soy capaz de hacer frente a cualquier cosa. Sabes por qué, ¿verdad?
Ponte esto, no cojas frío.”
Con nuevas lágrimas cayendo de mis ojos, me coloqué la chaqueta, preparándome mentalmente para lo que pudiera encontrar ahí fuera, aunque… Sonreí. No quería adelantar acontecimientos, ni darme demasiadas esperanzas.


Con cuidado, salí a la terraza, encontrando una pequeña mesa cubierta de velas, creando una forma extraña sobre la madera. “Saranghe” Leí escrito en el patrón que seguían. Me tapé la boca, reprimiendo un sollozo, y caminé hasta que pude ver mejor lo que había allí encima, encontrando una pequeña caja negra, forrada de terciopelo.
Abrí lentamente, deseando que… Sí, sí, ¡Sí! Era un anillo. Había un pequeño papel doblado allí dentro, que procedí a leer, devorándolo con la vista.
“¿Querrás pasar el resto de tu vida conmigo?”
Me di la vuelta, para encontrar a Myungsoo a escasos centímetros, de nuevo mirándome con sus ojos negros, alcanzando a ver mi alma con una mirada. Pestañeó y se mordió el labio, antes de acariciar mi mejilla suavemente, medio abrazándome, dejando que su boca cayera en mi oído lentamente. O simplemente era mi corazón el que iba demasiado rápido, ralentizando todo lo demás.
-Selene… ¿Te casarás conmigo? –Murmuró con voz clara, profunda. Sus dedos temblando sobre mi piel.


¿Podía dudar de cuál sería la respuesta? Solté el aire con incredulidad, dejando a mis ojos llorar cuanto quisieran, afianzándome al cuerpo de Myungsoo, tomándolo como real, y no como un bonito sueño. Me pellizqué, y le pellizqué a él también de paso, haciéndole reír con una pequeña mueca de dolor.
-Por supuesto que sí.- Pronuncié con énfasis, sonriendo, cerrando los ojos, sin poder ver más allá de las lágrimas.
Me secó la piel, acariciando mi rostro una vez más, acertando a encontrarse con mi mirada. Tanta ternura… Y sus labios curvándose en una preciosa sonrisa. No podía casi respirar de felicidad. “¿Por qué has tardado tanto?” Le pregunté sin poder articular ninguna palabra. Se rascó la cabeza un momento, dubitativo.
-No sabía cómo… Lo siento.
Ni que hiciera ninguna falta perdonarle, me dije, tomando su cara entre mis manos, alcanzando a besar sus labios, tomándole algo desprevenido. Con el corazón agitado, me respondió con la misma pasión, abrazando mi cuerpo, arropándome del frío. No sentía nada más, podría estar nevando, que no me importaría algo más que sus mejillas sonrosadas, sus ardientes labios, y sus ojos negros, como el cielo esa noche.
Cada día junto a él era completamente nuevo, siempre cálido, aunque fuera hiciera frío y el sol se escondiera; siempre radiante y fresco. Con su sonrisa y su mirada iluminando mi camino, caminando de la mano, siempre juntos. Ese sentimiento inmortal, tenaz, más fuerte que nosotros mismos, residía en nosotros, manteniéndonos en pie, fuertes.
-Yahh… Kim Myungsoo, te amo.
Sonrió en la noche, acariciando mi rostro, con ojos brillando, emocionado. Se mordió el labio inferior, controlando sus traviesas lágrimas, intentado seguir sonriendo para mí. Torció la cara en una mueca, sorbiendo su nariz, sin dejar escapar mi cara de entre sus manos.
-No más de lo que yo a ti.





Nota del escritor:
Echaré de menos escribir esta historia, pero todo tiene un final. Espero que este en especial, os haya gustado ^^
Muchas gracias por leerlo, y seguir la historia ^^
=D Me alegro de haberlo compartido, y haber tenido la fuerza para llegar hasta el final escribiendo, es la única historia que he acabado, y le he cogido una cariño especial.
Amiau, no me quiero alargar mucho más.
Gracias de nuevo ^^ Nos leemos, ¿ne?






Comments (0)