Tao
21# “Eres igual que yo”, y como nunca seré.
Zitao llamó con fuerza a la puerta de la habitación donde estaba su padre. El corazón en su pecho latía alocado, y le parecía que todo daba vueltas. En su mano, las actas de nacimiento que había encontrado.
-¡Padre! ¡Sé que estás ahí! ¡Abre, por favor!
Las había revisado una y otra vez, sin dar crédito a lo que veía. Una era suya, ponía el nombre de sus padres, y su fecha de nacimiento, pero la otra… La otra era de alguien que no conocía, que había nacido el mismo día, a la misma hora, del mismo padre, aunque diferente madre. Apretó los papeles en su puño, y siguió golpeando la entrada, hasta que abrió.
Su padre, el doctor Huang, le miraba serio, digno, aunque molesto por el ruido. Siempre que estaba delante de él, Tao se sentía empequeñecer. Su carisma era tan grande… Pero no podía callarse lo que había descubierto. Quería explicaciones, o se volvería más loco de lo que ya estaba.
-¿Qué ocurre, Zitao? ¿Qué es todo este alboroto? –Le espetó, haciendo que su barba blanca se moviera con sus palabras.
-Creo que soy yo el que tiene que preguntar por ahora.-Le dirigió una mirada expectante, aunque aún no había perdido su enfado.-Padre, ¿qué es esto? ¿Qué se supone QUE ES ESTO?
El gran doctor lo recogió entre sus dedos, observando con incredulidad lo que su hijo le mostraba. Cuando terminó de ver lo que era, no pudo si no, observar con recelo a Tao.
-¿Cómo lo has encontrado? ¿Entraste en mi despacho, sin mi permiso?
-¿Qué más da eso? ¡Responde de una vez! –Chilló Tao de una manera que hasta él consideró inapropiada al instante.
Su padre pensaba que era un niño caprichoso e inmaduro justo en ese momento, y Tao lo sabía, por eso, no pudo dejar de sonreír satisfecho cuando supo que su progenitor le iba a contar la verdad, descubriéndole rememorando los hechos.
-No vuelvas a entrar allí sin que yo lo sepa. No estás autorizado para rebuscar entre mis cosas. No toleraré que se vuelva a repetir. Nunca.-Sentenció con voz potente, mostrando su ira impetuosa, que hacía temblar a su hijo. Hizo silencio mientras se encaminaba hacia el centro de la estancia.- Aunque no considero que estés preparado para saberlo, ni para juzgarme adecuadamente, te contaré parte de la historia. Tienes derecho a conocer por lo menos eso, ahora que sabes que tienes un hermano.

Tao se mantenía de pie, mirando con descaro y hastío a su padre. “¿Parte de la historia? ¿No estoy preparado para juzgarle adecuadamente? Y piensa que soy un necio. Genial.”


-¡Siéntate!-Le ordenó. Sin que se lo pudiera repetir, Zitao se acercó a un sillón e hizo lo que le decían. Su padre le miró intensamente, antes de poner las cartas sobre la mesa.-No quiero interrupciones. No es algo fácil de explicar.
“Y menos a ti” Tao apretó la mandíbula, aguantando la respiración, intentado calmar su furia, concentrándose en escuchar.
Ya sabes, Zitao, que mi familia tenía grandes tierras, y al ser así no pude elegir quién sería mi esposa, me la impusieron. Nunca quise casarme, ese no era mi Destino, mi sino era bien diferente… Pero en aquella época daba igual lo que yo pudiera pensar. Tenía que mantener el status familiar, y estudiar una buena carrera. Tras terminar los estudios, debía encontrar un trabajo que me permitiera seguir llenando las arcas familiares, y contraer matrimonio con mi prometida: tu madre. Todos parecían felices con la unión, y ella estaba también contenta, así que callé, y acepté. Y así… Pasaron los años. Mi trabajo sabes que me obliga a ir de un sitio para otro…
“¿Y la conociste entonces? ¿Estuviste con otra mujer en ese momento?” Tao revisaba los pensamientos del doctor, encontrando ciertos recuerdos que se arrepentía de haber visto. Mujeres, noches interminables, alcohol, luces y humo.


Hubo muchas personas con las que ahogué mi soledad, mis sueños frustrados, mi ansia de libertad. No me sentía culpable, solo me ataba a tu madre un documento. Era una buena amiga, pero no significaba nada más. Ella lo sabía, lo respetaba, aunque no sé cómo podía aguantarlo… Realmente, era un idiota, pero, Zitao… Hubo una mujer en aquel tiempo, que realmente me hizo sentir algo. Aaahhh… Era inteligente, hermosa… Me explicó multitud de historias, hechos, fantasías, me dejó ver quién era, y aunque no estuviera destinado a estar con ella… No pude evitar nuestra relación.

Nuevas imágenes asaltaron a Tao, precisas y nítidas. Pasaron por delante de sus ojos cientos de situaciones, amor a escondidas entre dos adultos que jugaban, engañando, divertidos, con hambre de peligros corriendo por sus venas.

La mayor parte del tiempo lo pasaba con ella, dejando muchas veces a mi esposa sola. Muy pronto comenzó a enfermar, y me sentí culpable. Intenté estar más en casa, y ella se aferró a mí en cuanto lo hice, desesperada. Siendo así, no paso mucho tiempo hasta que quedó encinta. Pero… No fue la única que tenía noticias parecidas. Ambas estaban embarazadas. Pero yo, en mi situación no podía hacerme cargo de los dos niños. Quería hacerlo, pero toda mi familia montó en cólera y me prohibieron volver a verla. No es que me importara demasiado lo que me dijeran que podía hacer o no… Pero jamás me darían su apoyo. Pensé en abandonarlo todo y huir, pero no creí que fuera adecuando. Así, terminé por elegir quedarme con tu madre.

“Así que, te olvidas de una, te acuestas con las dos y luego abandonas a la otra. ¿Qué clase de persona eres?” Cerrando sus puños, intentó mantener la boca cerrada.


Les proporcioné lo que necesitaban a ambas, responsabilizándome al menos del sustento económico. Todo iba bien, no podía separarme de mi esposa, pero me carteaba con mi antigua amante, y me decía que el niño se desarrollaba bien, sin problemas. Y así llego el día en que naciste… Nacisteis. Acompañé a tu madre al hospital, y esperé hasta que el parto terminara. No sabía en ese momento que las dos habían dado a luz, solo cuando recibí una carta suya, con el acta de nacimiento lo supe. El mismo día, a la misma hora. Por unas razones que no puedo explicarte, ese dato me trastocó, y fui a verla, necesitaba comprobar ciertas cosas. Pero cuando llegué a su piso no pude entrar. La policía había acordonado la zona, y no permitían el paso a nadie. Cuando pregunté, me explicaron que la mujer que buscaba se había suicidado y que no encontraron ningún bebé en la casa. Así que me fui de allí, sin volver a saber nada de ella ni de hijo, solo sabiendo que existe, y puede que esté vivo en algún lugar.
-Pero, Zitao, ya no sé nada más.
-Y… Y… ¿Cómo?-Miró con asco a su padre, sin poder creer que le contara todo aquello sin apenas inmutarse.- ¿Cómo puedes decirlo así?
-¡No me hables de esa manera! Aún no puedes entenderlo. Nos soy inocente, pero, ¿quién lo es? Cuando considere necesario contarte todo, quizá puedas comprenderme. Zitao, tú y yo… Somos iguales.-Tao rio, sarcástico. Frío e insolente.
-Yo solo amo y amaré a una persona. Cueste lo que me cueste. No voy a ser como tú.
-¿Cueste lo que te cueste? Zitao, no sé qué es peor.
“Lo que yo hice, o lo que tú planees hacer” escuchó en la mente de su padre, mientras salía con grandes zancadas de la habitación. “Somos iguales” Tao apretó el paso, mordiendo el labio furioso. Por mucho que le costara admitirlo, no perdía razón. Pero quería convencerse de que su venganza tenía algún sentido, más allá de lo meramente humano.

-Señor Huang, hemos encontrado los datos del propietario del vehículo.
Tao alzó la cabeza, terminando de despertarse aquella mañana. Recogió los documentos a prisa, devorando lo que veía. “Kim Myungsoo. Prepárate, voy a por ti”.
Sin perder un momento, se puso una chaqueta y salió de allí. Avisó a lo más guardias que pudo de camino a la salida. Manteniendo un paso firme, le seguían, como si fueran su escolta personal. Se sentía poderoso, sonreía. Le iba a atrapar, sin que pudiera hacer nada, y entonces Selene, sería suya.
Llegaron raudos a los apartamentos donde vivía. Haciendo gala de su despliegue profesional, no tuvieron problemas para subir hasta su casa. Riendo malévolamente, Tao se preparó para llamar, para hacerle cara a ese odioso ser, para poder ver en primera persona su desesperación cuando todos sus secuaces se le echaran encima y le encerraran hasta que se consumiera, sin poder volver a verla…
“¿Selene?” Allí estaba, parecía casi recién levantada, aún vestida con un amplio pijama que dejaba parte de sus piernas y su hombro al descubierto. Su pelo despeinado, sus ojos claros, sorprendidos. Su piel pálida, sus mejillas sonrosadas. ¿Qué hacía allí? ¿Habían dormido juntos? Tao se obligó a calmarse, y a respirar. Le hervía la sangre, le temblaba todo el cuerpo.
-¿Por qué estás aquí, Selene? ¿Vives con él?-Ella le miró con ceño fruncido.-¿VIVES CON ÉL?
-Tra-trabajo aquí… ¿Pero qué haces tú…?
“Viven juntos. Tengo que librarme de él” Tao se sorprendió ante su propia desesperación. Todo estaba mal y tenía que dejar de estarlo, como fuera. Tenía que separarlos, Selene debía  ser suya. “Solo mía”
La observó mirándole con aprensión y miedo, con unos cuantos mechones cayéndole sobre los ojos. Enfureció. ¿Cómo podía haberlo hecho? ¿Cómo podía estar con él? ¡Estaban destinados! ¡Estaban destinados y ella tenía otro hombre! ¿Cómo podía no darse cuenta? Sus ansias se focalizaron en una idea en su mente.
-Vine para…-Apartó la mirada un momento, mirando por encima de su hombro. Sus guardias no lo verían, no saldrían a no ser que pronunciara la clave.- Realmente…-Dijo recuperando una sonrisa tensa.- Venía para comprobar si estabas aquí. 


-Quería verte… Pero no me contestaste…-Murmuró poniendo caras de pena.- Así que al fin puedo decirte lo que quería que supieras.-Dijo acercándose a ella lo más posible. Cuando ella se alejó un poco, su rabia casi le lleva a hacer algo de lo que se hubiera arrepentido.- Él no puede hacerte feliz. Solo yo puedo. Confía en mí, acabarás olvidándole cuando comience yo a seducirte.
-¿Seducirme? Lo siento, pero…
Sin darle tiempo a decir nada más, Tao la cogió de la cintura, inmovilizándola entre sus brazos, intentado doblegarla bajo sus labios. No le importaba nada, solo quería que sintiera como no podía hacerle frente, como acabaría cayendo bajo su poder. Nadie podría impedirlo, estaba escrito así. Ella se resistía y se retorcía, o que hastiaba a Tao, pero a la vez, le llevaba a impregnar más fuerza en el beso.
Pero de repente, todo acabó. Sin entender cómo, ni porqué, sintió que tiraban de él hacia atrás, con una fuerza increíblemente poderosa. Sus pies se elevaron del suelo antes de salir disparado contra la pared a su espalda. Le dolió tanto, que ni siquiera era consciente de lo que sentía, solo estaba concentrado en volver allí, llevarse a Selene… Antes de que se cerrara la puerta, acertó a ver a Kim Myungsoo en el pasillo, jadeando con un brazo estirado en su dirección.
Cuando intentó moverse el dolor de su cuerpo comenzó a hacerse palpable. Estaba destrozado, apenas podía respirar, sus brazos y piernas no respondía. Dolía tanto que se le saltaron las lágrimas. Pero no podía quedarse así… Se arrastró como pudo, algo más cerca del piso, leyendo sus mentes, con la concentración que pudo recuperar. Sus pensaamientos le dejaron claro que Myungsoo tenía ciertos poderes.
Mientras su odio hacia ese hombre se hacía más fuerte y profundo, no podía evitar reír malévolamente. Él era también como él. Solo tenía que atraparle, y sería destruido, para siempre. Mientras se imaginaba todo tipo de muertes sangrientas, lentas y dolorosas, su pensamiento se iba clarificando, planteándole una duda.
“¿Y Selene?” No podía apartarla ahora que sabía que vivían juntos. Estaba en medio de ambos, a su lado… Rápida como le rayo, una idea cruzó por su cabeza, haciéndole recuperar la energía perdida. Se levantó y llamó a los guardias por ayuda. Se alejó de allí, sabiendo que podía escucharle, y fueron a la calle.
-Es ella. La chica es Alpha. Seguidla, sed muy sigilosos, no digáis nada, que no os vea. Atrapadla en cuanto podáis.
-¿Y Omega?
-Él vendrá a por ella, y se entregará solo. No podrá estar lejos mucho tiempo.
Asintieron y se metieron en el vehículo. Tao sonrió, perfeccionando próximas estratagemas. Alzó la vista hasta el último piso, despidiéndose, hasta pronto. “No sería necesario castigarte, si no hubieras estado con él, Selene. Pero desobedeces al destino, y eso tiene un precio.”



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