30# Playa, sol,
Myungsoo, una cama doble, y una maleta llena de trastos inservibles.
-Este
sitio es increíble…- Murmuré en un suspiro cuando bajamos del
taxi y vimos donde nos íbamos a alojar.
Una
playa inmensa se vislumbraba a lo lejos, quedando oculta en parte por
el hotel. “Y qué hotel…” Jamás había visto algo así, y
menos aún entrado. Si se pudieran poner seis estrellas, tenía por
seguro que ese sitio las tendría, era precioso. Parecía un palacio,
espacioso, decorado con un gusto exquisito, con personas a tu
disposición en cualquier momento, y con suites de fábula, además
de mil y un servicios como salones de belleza, spa y masajistas.
Myungsoo
y yo caminábamos en silencio, yo sorprendida y sin poder dejar de
mirar alrededor, él con un pequeña sonrisa en la cara, riéndose de
mi expresión. Cuando abrió la puerta de la habitación, no pude
creer que fuera tan grande. Entré y di una vuelta sobre mi misma,
admirando la inmensidad de la suite. Tenía una puerta corredera que
daba a una especie de salón, donde había un televisor enorme y un
mueble bar, junto a un sofá de proporciones escandalosas y un
ventanal que dejaba ver un horizonte azul. Al lado de la puerta al
salón, el baño, en el que alcancé a ver una bañera redonda,
blanca inmaculada y un espejo liso que cubría una pared entera.
Seguí girando hasta ver la terraza y me acerqué a ella con pasos
saltarines. Estábamos en un piso alto, se veía una gran extensión
de la playa, los acantilados al final, algunos edificios a lo lejos…
Y mucho, mucho mar. Parecía que este hotel estaba apartado de los
demás, y tenía la playa para él solo.
Me
di cuenta entonces de que no había dejado de sonreír, y me estaba
empezando a doler la mandíbula por eso, me reí, y no pude más que
continuar sonriendo aunque doliera. Me giré para mirar a Myungsoo
que acababa de cerrar la puerta y pasaba las maletas a la entrada,
mientras se quitaba los zapatos. Iba a avanzar hacia él, cuando
reparé en la inmensa cama delante de mí. “Claro, Sungyeol y Nana
no iban a pedir dos camas…” Pensé mordiéndome el labio inferior
un momento. Antes de pensar en cualquier cosa, un súbito
acaloramiento subió hasta mis mejillas y revoloteó en mi estómago,
haciéndome temblar ligeramente. “No pasa nada, ya hemos dormido
más veces así…” Agité la cabeza, apartando cualquier cosa en
la que pudiera estar pensando y miré a Myungsoo que se acercaba a la
terraza. Hizo una pequeña mueca al obsérvame de cerca.
-¿Te
pasa algo? –Preguntó acercando la palma de su mano a mi frente,
tomándome la temperatura.- ¿Te encuentras bien? –Asentí con
fuerza.
-No
pasa nada. –Sonreí encogiendo los hombros y volviéndome hacia el
sol. Intentando desviar la atención de mí, y de mi sonrojo.- ¡Esto
es genial, mira que vistas! –Abrí la puerta, asomándome fuera,
sintiendo vértigo por un momento al comprobar la altura a la que
estábamos.- El agua es cristalina, y la playa es preciosa y… -
Callé al sentir sus brazos alrededor de mi cintura. Mi corazón
retumbaba de tal forma en mi pecho que hasta él podría notarlo.
Tragué saliva y fruncí el ceño sin entender mi agitación.- Y…
Es… Es muy… Muy amplia.- Myungsoo asentía con su mejilla contra
mi pelo, riendo, mientras me apretaba más contra él.
-¿Deberíamos
bajar y hacerle una visita? –Susurró en mi oído, señalando la
playa.- Podríamos dar un paseo, ver atardecer, jugar en la arena…
Y luego volver a cenar.- Aflojó la presión sobre mí, y pude darme
la vuelta para mirarle, y sonreír.- ¿Ne? –Inquirió besando la
punta de mi nariz.
-¡Ne!
–Exclamé yo a mi vez, inclinándome para besar sus labios.
Sin
perder mucho más tiempo, y sin descansar un minuto, pues suficiente
habíamos dormido en el avión, salimos de la habitación cerrándola
con cuidado. En el ascensor, me miré un momento en el espejo, para
caer en la cuenta del desastre de pelo que llevaba e intenté
atusármelo como pude… Antes de que Myungsoo comenzara a colocarlo
por mí con un tierno movimiento que me deshizo.
-No-no
hace falta…- Tartamudeé, pero él continuó, encogiéndose de
hombros con una sonrisa.
Cuando
llegamos al inmenso recibidor del hotel, noté un extraño
presentimiento, y me forcé a coger la mano de Myungsoo con más
fuerza. Sentí frío y paré unos instantes la marcha, pestañeando.
No era posible. Una sombra, como las que ya había visto en mis
pensamientos una vez, se escabulló hasta una esquina de la sala,
guiando mis ojos hacia allí. Reconocí la maleta de Nana, junto a su
olor y el de Sungyeol. Estaban hablando, riendo, jocosos, según oía.
Subían a sus habitaciones. “No nos pueden dejar solos, necesitan
vigilarnos… Protegernos de…”
Myungsoo
tomó mi mentón entre sus dedos y me observó con cierta confusión.
-¿Ocurre
algo?- Miró por encima de mi hombro al lugar donde antes tenía
puestos mis ojos, y al no ver nada, volvió a bajar la mirada hacia
mí.
No
quise darle demasiada importancia por ahora, pues también yo
necesitaba descansar y despejarme, y quizá lo estaba viendo todo
demasiado subjetivamente. Asique negué y sonreí cogiendo su mano,
tirando de él hasta que el viento y el sol pudieron encontrarse con
nuestra piel.
Tomé
una gran bocanada de aire y el olor a salitre y el frescor de la
tarde me llenaron por completo, haciéndome olvidar cualquier
problema que pudiera haber. Aquel sitio era precioso, y no iba a
malgastar mis vacaciones pensando. Solté el aire que había tomado y
volví a abrir los ojos, con fuerzas renovadas. Me giré y Tiré de
Myungsoo, para que corriera conmigo hasta la playa.
Me
siguió aunque gritando sorprendido por mi ímpetu y rapidez,
deslizándose por la arena como podía, con nuestros pies hundiéndose
en ella, haciendo la carrera más costosa, pero aun así, más
divertida si cabe.
La
tarde pasó entre risas, paseos de la mano por la orilla,
acercamientos valientes al agua, salpicazos y juegos. Al final,
cansados, nos sentamos a descansar en la arena, con el sol poniéndose
sobre el mar y las nubes entre rosas, naranjas y moradas decorando el
cielo sobre nosotros. Las olas rompían a escasos centímetros de
nosotros, llamándonos a entrar, sinuosas y atrevidas. Decidimos
bajar a bañarnos al día siguiente si hacía buena temperatura… Y
teníamos bañadores, claro. Me mordí el labio, pues temía lo que
iba a encontrar en mi maleta.
Sumida
en mis pensamientos, y con los ojos cegados por el paisaje, no oí a
Myungsoo moverse hasta que no colocó su cabeza en mi hombro,
acomodándose como un cachorrillo, con los ojos cerrados y el pelo
cayéndole sobre ellos. Inspiré, intentando capturar con todo
detalle aquel momento de perfecta tranquilidad y belleza. Y me di
cuenta de que podía recordarlo para siempre… Si hacía una foto
con la cámara que Myungsoo había traído. Sonreí malévolamente e
intentando hacer el menor ruido posible, conseguí sacarla de la
funda y con eficacia y rapidez para hacer mi foto: Myungsoo apoyado
en mi hombro con cara de ángel, y al mar pintado de tarde.
Tras
esas fotografías, realmente no supe qué más hacer, así que
comencé a trastear con la cámara, capturando todo lo que estaba en
mi campo de visión, incluida alguna que otra fotografía de mí
misma, en la que finalmente, descubrí a Myungsoo colándose por
detrás.
-¡Yah!
Estaba quedando muy bien… Salía incluso guap…
Calló
mis palabras contra sus labios impregnados de un sorprendente fuego
abrasador que me quitó la respiración unos instantes. Sus eran
caricias suaves, tenues, breves y algo tímidas sobre mis pómulos y
nuca, como si intentara frenarse a sí mismo aunque no lo consiguiera
del todo, pues su boca me devoraba lentamente a cualquier movimiento.
El
aire que agitaba su pelo con suavidad, la arena en nuestras manos,
ahora también en nuestra piel, la oscuridad de la incipiente noche,
el brillo dorado del sol en sus ojos, la cercanía de ambos, la
intimidad de nuestros besos, el silencio solo roto por nuestras
respiraciones, las olas y las gaviotas en lo alto. Era simplemente,
perfecto.
Myungsoo me besó brevemente una vez más y se
separó con una sonrisa, escondiéndose detrás de la cámara,
dispuesto a hacerme fotos. Podía lucir sereno y concentrado en la
pantalla, pero sabía perfectamente que en su pecho, su corazón
seguía brincando alocadamente, y la sangre se mantenía cargada de
adrenalina haciendo que sus oídos pitaran un poco. Como me pasaba a
mí.
Myungsoo
seguía igual de tierno y cariñoso, con su preciosa sonrisa,
observándome. En la playa. Un destino turístico. Un espacio
abierto. “Oh, no, claro…” Giré la cabeza alrededor, consciente
de que alguien podría estar allí también, pero no había nadie
cerca. Suspiré tranquila, riéndome de mi misma y mis paranoias
estúpidas, que me hacían sentir poco más que una niña. Estaba
sonriéndome, cuando volví la vista hacia el hotel, deteniéndome en
una persona que estaba asomada a la terraza mirando hacia nosotros.
Pensé que podría ser perfectamente Sungyeol, y me obligué a usar
mis poderes para salir de dudas. Se me congeló la expresión en la
cara, palidecí por completo.
No
era Sungyeol. Era Tao. Nos estaba observando, estático, con una dura
y fría mirada, llena de perversos planes y celos, envidia, odio. El
miedo bajó hasta mis entrañas helando mi interior, haciéndome
temblar. No podía ser cierto, no podía estar allí. “No puede
separarme de él otra vez” “No puede pasar nada” Me dije con un
pensamiento entrecortado, temeroso, angustiado ante la aparente
inminencia de una catástrofe.
Myungsoo
me cogió de los hombros, mirándome preocupado, oteando el
horizonte, y volviéndome a mirar. Yo señalé lo que veía, pero él
se mantuvo confundido, sin localizar lo que le indicaba entre
tartamudeos y susurros agitados. “T-Tao…” Por más que le dije,
aunque contara los balcones y los pisos Myungsoo no veía nada, así
que me instó a calmarme, a cerrar los ojos, y volver a mirar. Cuando
lo hice, lo perdí de vista. Tampoco encontré su olor o cualquier
rastro de su presencia. Exhalé cansada. ¿Me estaba volviendo loca?
-Estarás
cansada, y hambrienta. Hace horas que no comemos nada. Deberíamos
cenar. –Y con un beso en la frente, añadió-: No te preocupes. No
es posible que esté aquí. No puede ser. Y si está… Nos vamos y
no pasa nada. Volveremos a casa. Pero tranquila. –Sonrió
gentilmente.- Hemos venido a descansar, no ha pensar en ese.
Suspirando,
intentando quitarme la preocupación de encima y concentrarme en las
vacaciones junto a Myungsoo, regresamos al hotel, dispuestos a
degustar todo lo que hubiera en el bufet del restaurante del hotel.
Al llegar a la recepción, no pude evitar más que sonreír y
sentirme más tranquila cuando vi dos siluetas disfrazadas
escondiéndose detrás de un periódico torpemente, a lo lejos.
Aunque a punto de carraspear para hacer notar que les había visto,
preferí callarme y continuar riendo. Sungyeol y Nana estaban allí,
pendientes de nosotros siempre. “No pasa nada, lo hacen por
seguridad, se lo habrá dicho el doctor, así mejor…”
Tras
esas carcajadas, mi estado de ánimo volvió a ser exaltación y
curiosidad. Había taantas cosas que no había probado en mi vida, y
todo tenía una pinta tan buena… Máquinas de zumos de todos los
sabores, todo tipo de ensalada, carne, pasta y los postres… Mis
ojos iban de un sitio a otro mientras Myungsoo escogía
selectivamente su comida a lo vez que me seguía sonriendo y reía
cuando le señalaba alguna comida que conseguía atraer mi atención
sobre las otras.
-¡Hay
mousse de limón! ¡Y tarta de queso! ¡Oh, mira esto! ¿Qué es?
¡Oh, oh! ¡Lasaña!
Y
así, una y otra vez, probando de aquí y de allí. De mis platos
favoritos, y de nuevas delicias que escogí y me recomendaba
Myungsoo, que no paraba de reír con mis caras de inmensa alegría al
probar algo rico.
-Igual
que una niña con un juguete nuevo… -Murmuró suspirando entre
risas. Yo me hice la sorda, mientras seguía masticando, pero
propinándole una pequeña patada por debajo de la mesa.- ¡Eh!-
Aproveché para sonreír, mirar hacia otro lado y encoger los hombros
juguetonamente.
Cuando
salimos de allí, escuchamos música en las afueras del edificio, en
la zona de las piscinas. Nos miramos extrañados y fuimos a ver que
sucedía. Era una especie de pequeña discoteca al aire libre, un bar
gigantesco en el centro de la piscina, luces y música. A pesar de
que ese día no era muy cálido, multitud de personas se reunían
allí afuera e incluso se bañaban a esas horas. Nos miramos y
encogimos los hombros, sin saber si quedarnos más o irnos ya.
-Bueno,
no tengo mucho sueño, ¿y tú?
-Mmm…
No, no mucho, la verd…-No pude continuar hablando, pues el que
estaba al mando de las actividades, me enfocó con una potente luz y
me cogió de la muñeca para subirme al pequeño escenario que había
allí.
Me
intenté negar, resbalé la mano de la suya y retrocedí unos cuantos
pasos, indicando que no iba a avanzar más, con aspavientos y una
sonrisa agradecida pero que delataba incomodidad. El muchacho se
acercó aun así.
-Vamos,
bella señorita. Elija canción para animar la noche. –“Oh, es
eso” me dije. Murmuré el nombre de una canción cualquiera y me
dispuse a irme, cuando me volvió a alcanzar, mientras comenzaba a
sonar la estruendosa canción por detrás.- Al menos, concédame este
baile, no hay muchas mujeres como tú por aquí. –Dicho esto, me
cogió sin esperar a que pudiera negarme, y bajo su mano por mi
espalda, aposentándola en un límite que me escandalizó. Él
sonreía. Yo, no. Cogí su brazo y lo aparté de mí.
-Creo
que no me apetece bailar.
-¡Oh,
vamos, linda…!
-¿No
la has oído? ¡Adiós! –Inquirió Myungsoo metiéndose de por
medio y rodeándome protectora y posesivamente. El otro frunció el
entrecejo contrariado y se alejó bufando.
Suspiré
aliviada cuando Myungsoo dio por terminada aquella cháchara estúpida
y cogiéndome de la mano, tiró de mí hasta que escapamos de aquella
locura, alejándonos en menos de un minuto.
Fuera
del bullicio, el ruido y pisando los vacíos pasillos de mármol,
respire tranquila y me reí de la idiotez que acababa de vivir... Y
lo más gracioso de todo, era Myungsoo. Este me miró con el ceño
fruncido, e inspiró hondo a su vez, poniendo los brazos en jarras.
-Pues
a mí no me hace ninguna gracia. –Aun riendo, le acerqué para
darle un beso, apaciguando sus celos.- En cuanto te alejas dos pasos,
se te echan encima… -Asentí, cansinamente, callándole con de mis
labios.- Ese tremendo imbécil… Selene… -Suspiró cuando descanse
mi boca en su cuello. Reí y me separé sonriente.
-Vamos
al cuarto, anda. Aún tenemos mucho que indagar allí. –Cogiéndole
del brazo, fui tirando de él por el pasillo, mientras hacía mis
propias cavilaciones, y mi corazón se mantenía latiendo con
fuerza.- La bañera parecía ser de última generación… Puff, debe
ser genial darse un baño. Y no hemos visto la televisión tampoco…
De
nuevo, estábamos allí, solo que ahora, todo había cambiado
ligeramente. “Sungyeol y Nana no pierden el tiempo” Todo cuanto
alcanzaba a ver estaba repleto de velas rojas que daban una luz tenue
a la habitación, alcanzando los sofisticados muebles débilmente.
Agaché la cabeza, enrojeciendo, sin saber que hacer muy bien. Me
acaricié el pelo un momento, antes de levantar la mirada temerosa
hacia Myungsoo, que también me estaba mirando con una media sonrisa,
que se completó al observar mi sonrojo. No sabía qué hacer, ni que
decir, era un manojo de nervios en ese instante.
-Ahhh…
Ehhh… Y-yo creo que… Me-me voy a poner el pijama…-Murmuré
escabulléndome hasta alcanzar mi maleta, sin volver a mirarle, por
si acaso. Myungsoo rio ligeramente, de forma que únicamente yo pude
notarlo.
-¿Vas
a dormir ya? Creía que no tenías sueño… – ¿Por qué todo
sonaba tan extremadamente raro e incómodo con esas malditas velas de
por medio? Negué brevemente.- Entonces voy a ver que hay en la
televisión. –Y se fue sonriente a servirse un vaso de agua,
esperándome.
Suspiré
y abrí mi maleta, con algo de temor a lo que podría encontrar allí.
En efecto, mis miedos eran fundados. No había ropa.
Todo eran encajes y telas finas que se transparentaban por doquier.
No había una simple camiseta, ni siquiera pantalones ni faldas,
solo… Ese tipo de prendas de noche, entre las que, por supuesto, un
sencillo pijama no se encontraba. Más abajo también encontré ropa
interior y varios vestidos de gala… Con los que no se podía
dormir. Apoyé la frente sobre la pared, resoplando. El mensaje
estaba más que claro, pero… ¿Qué… Cómo? ¿Estaría bien?
¿Ahora?
Cogí
una de esas cosas entre mis dedos, cavilando. Si no era él, no era
nadie. Era el único y lo sería, estábamos hechos el uno para el
otro, por naturaleza, por el Destino… ¿Verdad? Y entonces… ¿Me
iba a poner eso?
¿Por qué tenía que pasar tanta vergüenza forzosamente? Me iba a
volver loca, todo era una tremenda locura. Pero… Por una vez, no
quería pensarlo más.
Oí
que Myungsoo regresaba a la habitación y me encerré el en baño
para cambiarme. Me quité lo que llevaba y con una gran bocanada de
aire me puse aquella especie de camisón de encajes y transparencias.
Realmente, era bonito, rojo por los lados, con dos lengüetas que
terminaban algo más abajo. Negro, fino, suave… Pero… Me quería
morir de vergüenza. Era excesivamente pequeño, por todas partes. Me
sentía desnuda tanto con cómo sin él. Myungsoo debió haberme
visto meterme en el baño pues al cabo de un buen rato, al ver que no
salía, comenzó a llamar, algo preocupado. Eso hizo que todas mis
entrañas encogieran y se retorcieran furiosas. “Oh, Dios, mío…
Ahora, tengo que salir… Venga, venga, Selene, respira, no lo
pienses…” Ante sus continuas llamadas… Cerré los ojos, y quité
el pestillo del baño.
Abrió
rápidamente, colándose dentro, agitado. Supuse que me miraría de
arriba abajo, sorprendido, a juzgar por el vuelco que dio su corazón
al entrar. Se quedó callado, quieto, intentando respirar a un ritmo
normal, mientras todo su cuerpo le delataba, dejándome escuchar su
acelerado ritmo. “Ya está hecho, ya está hecho… ¿Por qué lo
he hecho?” Antes de que pudiera terminar su entrecortado
“S-Selene…”, le corté.
-N-no
había nada más que ponerse… -Y mordiéndome el labio inferior,
añadí-: La maleta… Ah… No sé… -Terminé con un quejido,
sintiéndome idiota.
“¿Pero
qué es lo que querías? Vamos, Selene. Ya da igual todo.”
Pestañeando varias veces fuertemente, tomé el valor necesario para
levantar la mirada hasta sus ojos, que se habían vuelto más oscuros
si cabe, con una expresión ardorosa. Respiraba muy pesadamente,
mientras se detenía en admirar mi cuerpo. Cuando me descubrió
observándole, dio un pequeño respingo y sus comisuras se
retorcieron hacia arriba lentamente, mientras se sonrojaba también a
su vez.
Sin
tener consciencia del todo de lo que hacía, llevé una mano
hasta la línea de su mandíbula, acariciando suavemente, haciendo
que aquel letargo se rompiera, liberándole de su estupor, para hacer
crecer su deseo. Con sus ojos fijos en mí, me pegó a él, haciendo
que nuestros labios se fundieran en un beso que destilaba una urgente
pasión. Cuanto necesitaba sus caricias, su contacto contra mi piel,
su calidez y ternura. Todo él. Le quería ahora, para mí, para
siempre.
-Te
quiero.-Susurré con voz silenciosa, mientras él mordisqueaba mi
labio inferior, derritiéndome. Entreabrió los ojos, para mirarme
entre sus pestañas y sonreír muy ligeramente.
-Saranghe.-
Murmuró besando mi nariz, y cogiéndome entre sus brazos con
delicadeza, me llevó hasta el lecho rodeado de pequeñas velas.
Dejándome
en el borde del colchón, se detuvo un momento, para despojarse de su
camiseta, dejando su torso libre, para poder ser acariciado por mí.
Su piel ardía bajo mis manos, parecía temblar bajo mis dedos. Tan
suave y perfecta… Me miró por un momento, las pequeñas llamas
encendiendo sus ojos, antes de hundir sus labios frenéticos en mi
cuello, haciendo que todo mi cuerpo se doblegara ante sus caricias y
sus ávidos movimientos. Mi cabeza se perdía en pensamientos hacia
él. Todo aquella noche era él y yo, nada más pudo interrumpir ese
momento, solo nuestro cansancio y sueño hizo que, ya de madrugada,
cayéramos en un sueño tranquilo y profundo, manteniendo nuestros
cuerpos entrelazados bajo las sábanas.
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