34# No puedo olvidar sus ojos… Ojos de Cielo.
Tao
-Ya sabes lo que tienes que hacer,
¿verdad? Hehehe… -Sonrió su socio frente al enorme casino al cual iban a
proceder a entrar. Tao suspiró a su lado.
-¿Otra vez? Momo, eres insaciable
¿Cuántas veces más necesitarás que haga esto?
-Las que sean… Eres muy útil. Muy
útil… Hehehe…
Otra vez, entraron allí, a ese
sitio donde se vivía de la corrupción de los hombres. Donde todos escondían su
humanidad entre sombras, humo y una máscara de avaricia y soberbia. Todo el
mundo trajeado, jugando compulsivamente, con risas nerviosas y los ojos
inyectados en sangre, sin ver más allá de las fichas o las cartas. Sus
pensamientos crueles les encerraban allí, haciéndoles prisioneros de un
irresistible círculo vicioso.
Fueron derechos, seguros y altivos
hasta una de las mesas de cartas, donde aún no les conocieran por ser
invencibles, mientras la estruendosa música resonaba a sus espaldas
Siempre hacían lo mismo. Tao
revisaba las estrategias de los demás, consiguiendo saber la distribución de la
baraja, teniéndoles a todos en sus manos. Por gestos, hacía que su compañero lo
intuyera, y en el momento justo, Momo apostaba el todas sus fichas,
envalentonando a el resto de la mesa a apostar más fuertemente, confiados.
Entonces, Tao se lo llevaba todo con su estrategia maestra.
Una y otra vez, ganaban sin
remedio, pudiendo hacer millones en una sola noche.
-Perfecto compañero, perfecto.
Hehehe…- Murmuraba Momo una vez salían de allí con el dinero en su poder.
Y no terminaba allí. La ambición
de aquel hombre era cruel y egoísta, a la vez que extremadamente poderosa. Por
las mañanas se concentraban enfrente de los cajeros automáticos de los bancos,
a pesar de las negaciones de Tao, que eran constantes, pues no le agradaba nada
de eso y quería correr a la casa y mantener a Selene a su lado, sin dar
posibilidad a que pasara nada extraño. No se sentía seguro fuera, sin
mantenerla vigilada, sin poder saber que pensaba o que quería. Y mucho menos
teniendo a Myungsoo en el mismo lugar. Controló un temblor de furia,
resoplando. La prisa le urgía a dar media vuelta y salir de allí, pero parecía
que no iba a poder ser así aún.
Acompañó a Momo, dispuesto a
acabar el trabajo lo más rápido posible. Sin dudar, leyó la mente de aquellos
inocentes que iban a sacar dinero, consiguiendo sus números de cuenta para
quitarles lo que tenían. Sin dejar que los remordimientos le invadieran, se los
pasó a Momo en un susurro, dejando que él hiciera el trabajo sucio.
Intentaba no mirar, para no caer
en la cuenta de lo que hacía verdaderamente. “Un poco más, ya no importa”
Respiró hondo e intentó sonreír. Las imágenes de su padre agonizando le
llenaron la cabeza, la cual agitó fuertemente. “Un poco más” Él tampoco era una
persona honrada, y también codiciaba a Selene, que era como su posesión. Suya,
solo suya. Solo con pensar en ella, sentía que era necesario lo que fuera para
tenerla con él. Lo demás daba igual. A costa de que o de quién tuviera que
conseguirlo… No importaba.
Momo volvió encorvado sobre la
multitud de billetes que había conseguido, sonriente, riendo. Tao comenzó a
caminar, respirando con fuerza y hastío, deseando llegar la casa. Desde donde
estaba, pudo oír como su compañero le murmuraba algo al dinero.
-Ya casi está, ya casi está… Solo
falta un poco más. Tao…-Dijo en voz más alta, con una actitud siniestra que no
presagiaba nada bueno. – Aún quedan unos sitios a los que ir… Hehehehehehehee…
-Momo.-Interrumpió Tao, adivinando
el curso de sus pensamientos con ligera angustia. Ya estaba amaneciendo.- Tengo
que volver, no voy a ir a ninguna otra parte.
Tajante, se giró decidido y se
alejó varios pasos, sin ninguna duda que detuviera su camino.
-Creo que aún no sabes quién
maneja todo esto, Tao.- Murmuró, posando una mano sobre su tenso hombro,
deteniéndole.- Sin mí no puedes hacer nada, en absoluto. No me obligues a que
te recuerde, que yo soy quién manda aquí.- Dijo hundiendo sus dedos en la carne
de Tao. – Y si quieres que continúe todo como hasta ahora, vendrás conmigo. Hoy
beberemos hasta caer rendidos… Hehehehe… No es un mal plan, ¿Verdad?
Tao tragó saliva, asustado por los
oscuros devenires mentales de Momo, que clamaban por cumplir la última parte de
su acuerdo. Agitó la cabeza, y apretó la mandíbula, dispuesto a aguantar lo que
fuera una vez más. Agotado y furioso, pero sin escapatoria.
-Así me gusta… Hehehe. Harás lo
que yo te diga. Lo que te diga… Hehehe…-Momo comenzó a balancearse rítmicamente
de un lado a otro, con los ojos fijos en el horizonte, y una sonrisa depravada
asomando por sus comisuras.- Tengo una gran idea. Vas a ver hasta qué punto soy
a quien necesitas… Hehehe… ¿Recuerdas lo que me propusiste el otro día?
Entraron al bar ante las miradas
de sorpresa de los camareros que limpiaban el lugar después de la noche
anterior. Tao dejó dinero más que de sobra para convencerles de que no dijeran
palabra y se sentaron mientras pedían diferentes bebidas, con mucho hielo.
-Sí, ya sé de qué hablas.- Dijo
tras haber visto el momento exacto en la mente de su socio. Sonrió
maliciosamente, sin poder creerlo.- ¿Puedes conseguirlo?
- Creo que… Con menos dosis de
esto… Y un poco más de aquello… Con algo de lo otro… Hehehehe… Myungsoo
recordará lo suficiente como para sentirse verdaderamente mal al veros a Selene
y a ti juntos. Y así comprobarás lo mucho que necesitas de mi ayuda.
“No puedes hacer nada sin mí. Te
tengo en mis manos y harás lo que ordene”
Tao sabía que no podía
contradecirle en nada, no podía negarse. No le servía de nada conocer sus
pensamientos, no podía manejarle, solo temerle y desear que sus deseos más
sangrientos no le incluyeran a él como ejecutor.
Pero por Selene… Quizá mereciera
la pena. Tragó todo el contenido del vaso de un trago, sintiendo que podría
hacer cualquier cosa. Y todo saldría bien. Era imparable.
-Así que podemos hacer sufrir un
poco más a Myungsoo, ¿hmm? Perfecto.
Siguieron allí, llenado sus copas
intermitentemente, dejándose embriagar, mientras sus pensamientos se perdían en
un futuro cercano, lleno de siniestros planes.
Myungsoo
Apartó el brazo de Eva, mientras
ella le miraba consternada y furiosa. ¿Qué estaba haciendo? Fuera de sí,
inquieto, ansioso, preocupado sin saber por qué. Se sentía incómodo y estúpido,
pero sus pensamientos eran nítidos por una vez: no quería que nadie la hiciera
daño. Nadie. Un segundo después, Selene se desvanecía en el suelo. Cayó con un
sonido mudo, pálida, mientras respiraba débilmente con jadeos intercalados.
Myungsoo se mantuvo paralizado, de
pie, sin saber cómo reaccionar. Notó temblar sus manos, sin poder hacer nada
para parar su súbito miedo. No debería afectarle, ni siquiera debería estar
pensando en eso… Pero por su mente las imágenes pasaban con rapidez,
atravesando su cuerpo todo tipo de emociones. No había nada que parara ese
dolor. Se estaba volviendo loco.
Eva y Sungyeol consiguieron
levantar con cuidado a Selene, haciendo caso omiso a su otro compañero, que
simplemente se quedó inmóvil. La recostaron en su cama, y procedieron a
intentar despertarla, abanicándola y mojándole con agua fría la frente. Tenían
prohibido llamar a nadie por si solos, pero nunca había pensado que Selene
perdería el conocimiento. Por suerte, tras unos minutos de estrés y angustia,
su paciente abrió los ojos un poco, lo suficiente para hacerse daño con la luz y
volver a cerrarlos.
-Estoy cansada… ¿Puedo dormir un
rato? –Eva y Sungyeol comenzaron a reírse, y a resoplar agradecidos.
-¡Pues claro! Ni que hiciera falta
preguntar… Otra vez ve a la cama directamente y no nos des estos sustos. –Dijo
Eva, notando que su corazón se calmaba.- Te corro las cortinas, para que
descanses. Luego nos vemos.
-Adiós, Nana.
-Adiós.-Respondió esta con una
sonrisa, inconscientemente. Frunció el ceño en cuanto salió de allí.- ¿Nana?
-Nana… Nana, Nana… ¿No te suena de
algo?- Inquirió Sungyeol.
-Solo es un nombre bonito.-
Respondió Eva secamente, sin poder dejar de pensar en esa palabra, que ahora le
sugería ciertas imágenes que no podía enfocar del todo, como si intentara
recordar un sueño.- Es exasperante.- Murmuró caminando hasta la cocina, donde
se topó con Myungsoo, que apenas había cambiado de posición.- Sigues aquí.- El
asintió, aunque no fuera una pregunta. Su mirada perdida cambió por una de
arrepentimiento, y agachó la cabeza.
-Siento lo de antes, no estaba
siguiendo las normas, perdón. Pero… Tampoco tenemos permitido…
-Agredir, lo sé. Creo que todos
necesitamos tomarnos las pastillas y dormir un buen rato.
Las pastillas. Myungsoo ni
siquiera lo había recordado, aunque ahora que había despertado de su sopor,
sintió la urgente necesidad de tomarlas. Era como si estuvieran presionándole
con unos alicates al rojo vivo en las sienes.
Las que estaban listas antes,
habían caído al suelo, así que tuvieron que volver a preparar las diferentes
dosis. Eva tomó las suyas y esperó a que Sungyeol hiciera lo mismo, para ir
juntos a sus habitaciones, y dormir. Myungsoo les observó, parpadeante,
lidiando contra el dolor, antes de volver su mirada a las tabletas de
pastillas. Sin embargo, no había más fármacos. Sus reservas se habían acabado, y
Momo no estaba allí. No había nada que hacer. Como loco, buscó en todo lugar,
mientras en su cabeza latía con más fuerza del miedo a que el dolor no
remitiera.
No consiguió nada. No había y no
iban a aparecer por más desesperado que estuviera. Se dejó caer en el suelo de
la cocina, sin saber qué podía hacer. Rápidamente, en cuanto dejó de ocupar sus
pensamientos en esos fármacos, su mente se llenó con imágenes desconcertantes,
dolorosas por su nitidez y brillo. Risas, susurros, y sus ojos.
Agitó la cabeza, pero no pudo
apartar de él ninguno de esos febriles pensamientos. Definitivamente, algo iba
mal. No se sentía una persona ni siquiera, solo un contenedor de recuerdos
inconclusos. ¿Quién era en ese momento? Apretó la mandíbula, mientras los
ramalazos de dolor traían sonidos y formas a su mente.
Una habitación blanca y negra, la
luz del sol, el ruido de la calle colándose por la terraza. Su sedoso pelo
entre los dedos, destellando frente al brillante día de otoño. Una sonrisa, sus
labios sonrosados, sus pómulos elevándose. Sus pestañas le acariciaban, su
calor se colaba en el cuerpo.
Le seguía doliendo la cabeza
mientras las imágenes se pasaban rápidamente, sin poder mantenerse en un
momento más de algunos segundos. ¿Qué era eso? ¿Qué estaba pasando? No podía
entender nada sin temer volverse más loco aun. Todo eso no le pertenecía y
tenía miedo.
Necesitaba su presencia, sin saber
ni siquiera quién era y porqué. Se notaba solo, miserable sin su sonrisa, sin
conseguir desvelar su rostro, ni poder poner voz a esos recuerdos. Quizá solo
eran delirios febriles. Tenía frío, estaba sudando. Temblaba, no podía moverse
apenas, le dolía todo el cuerpo.
El grifo se abrió sin que nadie lo
tocara, el agua cayendo, desviándose sobre él, mojando su cara sin tocar su
ropa. Suspiró bajo ese alivio, ignorando lo que acababa de hacer por un
momento. Cuando se dio cuenta, se levantó del sitio sin dejar espacio a la
debilidad. Su cabeza se llenó de nuevo, dibujando momentos en los que había
movido otras cosas solo con pensarlo. No era nuevo, lo había hecho más veces.
Pero no lo había recordado hasta ahora. ¿Cómo era posible?
Dio varios pasos atrás, agitando
la cabeza, con el corazón latiéndole frenético en el pecho, retumbando el pulso
en sus oídos. No sabía que estaba pasando, ni que podía hacer. Respiraba
entrecortadamente, sin enfocar su vista en nada. Todo perdía color por
momentos, mientras su racionalidad se iba agotando, cansado.
Sus pies se movieron solos,
lentamente, mientras Myungsoo mantenía la mirada gacha y pérdida en algún punto
del suelo. Llegó al pasillo sin querer, donde se detuvo frente a la puerta de
la habitación principal, trastornado, resoplando, sin querer seguir dándole
vueltas a algo que no comprendía.
-Myungsoo…- Fue sin perder un
momento para pensar, al lugar desde donde lo llamaban, manteniendo su actitud
de sirviente.
Allí estaba ella. En una cama blanca,
el cabello enmarcando su rostro. Los ojos entrecerrados, la boca entreabierta.
Le llamó una y otra vez, agarrando con fuerza su almohada. Myungsoo tragó
saliva, no debería estar allí. “Tampoco debería haberme llamado” Tampoco
debería sentirse tan admirado por su presencia. No debería y sin embargo…
-Myungsoo.- Selene alcanzó su mano
lentamente, hasta alcanzar su cuerpo y entrelazar sus dedos en los de él, con
los ojos cerrados.
Algo parecido a una descarga
eléctrica le recorrió por completo, haciéndole caer de rodillas junto al lecho,
agarrando con fuerza esa mano, que era incapaz de soltar. Las emociones le
embargaban con un poderoso torrente, asfixiándole por momentos, dejándole sin
respiración, sin palabras.
Las hojas de otoño se arremolinaban
a su alrededor, la luz del atardecer se filtraba entre los arboles desnudos.
Caminaban de la mano, paseando serenamente. Voces mudas en sus labios rojizos.
Ojos verdes y amarillos, a juego con el cielo. Era ella quien estaba a su lado,
sonriéndole. El viento sopló con fuerza, y las hojas se abalanzaron furiosas,
cubriéndolo todo.
Aunque no pudiera recordarlo con
claridad, aunque su pasado hubiera sido borrado… Aquellos sentimientos le
atravesaban el alma. No podía moverse del sitio, no podía alejarse un centímetro
más. Solo contemplarla, en silencio, mientras seguía musitando su nombre en
sueños. Solo ese momento. Una vez más.
-Se-Se… Selene. Estoy aquí…
Absolutamente todo cuento pudiera
preocuparle, todos sus miedos, sus recuerdos inconclusos, sus dudas y el poco
sentido que tenía su vida. Todo se desvaneció en cuanto ella posó sus dedos
sobre su piel. Acarició sus mejillas, mientras él se dejaba hacer, sujetando
aquella mano contra sí mismo, cerrando los ojos en esa gloriosa sensación. Una
lágrima cayó de sus ojos, pero no le importó. No importaba nada, no entonces.
Un segundo más, antes de volver a ser una marioneta.
Cuando llegó el dueño de la
casa, acompañado por su socio, como una inexorable y siniestra sombra, no pudo
si no cerrar los ojos y apartar la irada, resignándose a salir de allí.
Myungsoo se levantó, atusándose el cabello, preparándose para dar una
explicación de porqué estaba en esa habitación. Enseguida balbuceó algo sobre
una enfermedad y tomarle la temperatura y salió de la habitación en silencio,
aun dándose una última media vuelta para intentar atisbar su rostro una última
vez. Cruzado el umbral, se obligó a mantener la compostura.
Tao y Momo se miraron con cierta
complicidad, Tao escondiendo su rabia y miedo en una máscara de crueldad. Podía
saber lo que pensaba aquel que se acababa de marchar, sabía lo que sentía y no
le gustaba.
-No creo que haga falta nada más,
Momo. Myungsoo ya está lo suficientemente encariñado con Selene.- Murmuró entre
dientes.
- Pero no debería…Hehehe ¿Por
qué…?
-¿Y CÓMO LO VOY A SABER? –Tao se
llevó la mano a la frente, intentando calmarse, por miedo a alterar a Selene,
que estaba despertando lentamente.- Da igual, da igual. Sigue con la medicación
de siempre. Pero prepárale, el plan sigue en pie, más que nunca. Ella es mía,
y lo sabrá.
-Hehehe… Me ocuparé de todo. Toma,
ocúpate de ella por ahora. Hehehe… Voy a descansar.- Dijo con malicia,
pasándole unas cuantas pastillas.
-Estate preparado para la cena.
En cuanto salió de allí, Tao se
ocupó de tranquilizar a Selene, que se había levantado con rapidez, después de
escuchar sus gritos. Le sonrió con cariño, y le ofreció la medicina. Selene se
mordió el labio, sin saber cómo podía rechazarla, pues creía que cada vez se
encontraba mejor sin necesidad de fármacos.
-N-no, en serio. Me siento bien,
creo que ya no hace falta. Creo que incluso pienso con más claridad ahora.-
Dijo sonriendo. Al abrir los ojos y ver la dura mirada de Tao, se revolvió
ligeramente bajo las sábanas.- ¿Puedo… No tomármela?
Tao sopesó sus palabras con
cuidado, escéptico y furioso, con las píldoras en la mano, sin creer lo que
estaba oyendo. Sus pensamientos eran confusos, y parecía alterada, sin que
pudiera darle a comprender el por qué. “¿Myungsoo?” Cuando localizó ese nombre
dentro de su cabeza, seguido de una imagen de él, no dudó en abalanzarse sobre
ella, para hacerla tragar la medicina, costara lo que costase. Debía olvidar.
Se resistía bajo sus brazos,
cerrando los ojos y los labios con fuerza. No se dio cuenta de que estaba
siendo demasiado brusco, pues solo tenía un deseo que cumplir. La mandó estarse
quieta agarrando su cara con fuerza, hundiendo sus dedos en sus mejillas,
forzando la apertura de su mandíbula haciendo palanca. Fijó su mirada en ella,
intentando someterla, hasta que consiguió abrirle la boca para introducir las
pastillas. Tragó con dificultad, y se sintió llorar, cansada. Tao sonrió
acariciando su cabello, con suaves “ya pasó, descansa” mientras los fármacos
hacían su efecto y ella volvía a quedarse dormida en sus brazos, con unos
últimos sollozos.
Suspiró, aflojando su corbata de
una vez, pudiendo tomar un respiro desde que había entrado. Observó el contorno
de su cuerpo en la cama, prometiéndose que no dejaría que nada saliera mal. Se
quitó esa ropa que olía a alcohol y tras un buen aseo, se metió en la cama
también, esperando que la cena llegara pronto.
-Huele genial, ¿Qué es? –Preguntó
Selene, sintiéndose inquieta ante una comida con un aspecto tan suculento.
Sonrió hacia Tao, que la miraba con cautela. Este se encogió de hombros.
-Creo que lo mejor sería llamar a
los cocineros y que nos lo explicaran, ¿no crees?
Con esto dio varias palmadas, y
sus tres criados fueron empujados hasta la terraza, donde las tenues luces de
las velas los iluminaron ligeramente, exponiéndolos a la curiosa mirada de
Selene y la cruel y retadora de Tao, quien observando a Myungsoo con atención,
se deslizó en el banco hasta abrazar a Selene, acariciando su hombro. La
palidez de Myungsoo fue casi instantánea, seguida de cierta tensión en su
mandíbula, que camufló aclarándose la garganta.
-¿Alguien puede decirme qué
es esto, y como lo habéis preparado?-Eva enseguida asintió y procedió a
explicar con todo detalle qué era, que ingredientes contenía y todo el
minucioso proceso que ello conllevaba. Myungsoo por otro lado, no podía apartar
los ojos de Tao, que continuaba mirándole con suficiencia y burla.
Sin hacer apenas caso a Eva, Zitao
se volvió hacia su acompañante, susurrándole cosas al oído, acercando
peligrosamente sus labios a ella. La abrazó, manteniéndola pegada a él, sus
manos recorriéndola con lascivia, para pasar a besar su cuello en un momento
dado. Con un pequeño grito ahogado, que se confundió con un gemido de placer,
Selene hizo que Eva entendiera que sobraban las explicaciones y arrastró a
Sungyeol fuera, suponiendo que Myungsoo también les seguiría. Pero se
equivocaba.
Se mantuvo quieto, incapaz de
moverse, con el cuerpo dolorido por aguantar la tensión que soportaba. Pero no
podía dejar de mirar, no podía. Se estaba volviendo loco de rabia, y se sentía
burlado, humillado. Les vio besarse tras aquellas pequeñas llamas, con el
sonido de las olas tapando en gran parte sus respiraciones agitadas, pero no su
estúpido corazón que latía desesperado, aunque tratara de calmarlo.
Las caricias sobre su piel, sus
labios sobre su boca. Tao con su mirada socarrona, sonriente, triunfante. Se
sentía morir. Un gran agujero negro se abría en su pecho, vaciándolo, arrasando
con todo, solo dejando dolor, añoranza y ese gran nudo en la garganta, que
apenas le dejaba respirar. Había sido arrasado por un huracán sin comprender
siquiera el por qué. Frunció el ceño, mientras temblaba de rabia, intentando,
sin mucho éxito, apartar la mirada.
Selene se había deslizado por el
banco, hasta llegar al extremo, donde no podía huir de aquellos ansiosos labios
que la buscaban agresivamente, encontrándola siempre, aunque bien tratara de
esconderse. No quería besarle, y menos tener público mientras lo hacía. Y menos
aún, ese público.
Sus recuerdos borrosos y confusos
le impedían reconocerle con claridad, solo pudiendo encontrar vestigios
infieles a cualquier realidad sobre esa persona. Solo podía saber a ciencia
cierta que odiaba esa situación. Odiaba estar allí, con Tao, siendo observada
por él. Le hacía sentirse mal, enferma, débil y culpable, además de triste.
Terriblemente triste, así como si se comieran su corazón a pequeños mordiscos,
destruyéndola con cada uno de esos besos.
Tao se separó un pequeño momento,
sonriendo como haría un cazador al tener a su presa a tiro, derrochando
confianza en sí mismo esa noche, sabiendo perfectamente que Myungsoo estaba
sufriendo como había deseado. Ese mismo momento, movida por la curiosidad
quizá, la angustia de saber lo que sentía aquel extraño chico, Selene levantó
la mirada del suelo, observando con cautela, sin esperarse que se encontraría a
Myungsoo mirándola a su vez.
Su rostro compungido, retraído por
el dolor, sus ojos tristes, oscuros como el mar agitado de esa noche. Estaba
mal. Todo estaba mal. Quería correr y abrazarle, huir de la persona que tenía
al lado para confortar a ese hombre, que le resultaba tan absurdamente
familiar, y por el cual tenía estúpidos sentimientos encontrados. Nada parecía
real, todo aquello que conocía se desmoronaba cuando le miraba y él la miraba también
así, con esa fuerza penetrante, que la atraía como un poderoso imán.
La cámara pesaba en sus manos, llena
de fotografías de aquel cuerpo que formaba una preciosa silueta contra la pared
blanca de su habitación. Una más, un nuevo flash saliendo despedido, iluminando
su belleza. Su largo cabello, su pálida piel, su sonrisa de mil quilates. La
frescura con la que inundaba su corazón en llamas…
-¿Deberíamos ir al cuarto,
Selene?-Murmuró Tao con voz melosa en su oído, de forma que se escuchara
perfectamente.
Aquello cortó la conexión visual
que habían mantenido Myungsoo y Selene, acabando con ese momento etéreo, que
los había alejado de toda realidad en un instante. Selene se encontró
balbuceante, negando con la cabeza suavemente, frunciendo el ceño, contrariada
e incómoda.
-N-no, bueno… Yo solo… Quiero ir a
dormir. Estoy muy cansada.-Se levantó con prisas, pero siendo detenida por Tao
en el intento. Se zafó de sus brazos, huyendo de la proximidad de su cuerpo.-
No… De verdad, estoy muy cansada. Voy a dormir ya. Buenas noches.- Dijo con la
mirada fija en el suelo, consiguiendo atravesar la puerta y colarse en su
habitación en pocos segundos. A salvo.
En ese momento, regresaron Eva y
Sungyeol también, arrastrando a Myungsoo dentro sin perder un segundo, disculpándose
con miles de reverencias y grandes falsas sonrisas, antes de darse la vuelta y
jurar y perjurar matar a Myungsoo por haberles hecho pasar esa vergüenza, por
no haberse ido de allí enseguida.
Tras varios golpes, y miradas
furiosas de parte de sus compañeros, le ofrecieron la pastilla reglamentaria.
Myungsoo se metió la pastilla en la boca bajo la atenta mirada de Momo, que de
alguna manera había entrado allí. Se despidió, y entró a su cuarto, donde
escupió, procurando no hacer ruido, lo que contenía en su boca. No le dolía la
cabeza, y estaba seguro de que había algo en esas píldoras que le impedían
recordar. Y debía recordar.
Agitó la cabeza, e intentó
convencerse de que lo que debía hacer era dormir, a sabiendas de que no iba a
funcionar, no después de todo ese día. No después de lo que había sentido, lo
que había podido intuir como recuerdo. Se sentía cerca de algo grande, como si
tuviera una palabra en la punta de la lengua. Era inminente. La urgencia le
mantenía en tensión, dando vueltas en la cama, una y otra vez, consiguiendo
rescatar pequeños momentos, pero sin poder unir todas las piezas.
¿Quién era él verdaderamente? ¿Qué
estaba haciendo allí? ¿Qué quería Tao? ¿Y Sungyeol, y… Nana? “¿Nana?” “Selene
la llamó así… ¡¡Recuerda, recuerda!!” La ofuscación le llevaba a darse pequeños
golpes en la cabeza, pues seguía siendo incapaz de encontrar respuesta a sus
preguntas. Impotencia, cansancio, angustia.
“¿Y Selene?” Se dijo, harto de
esquivar incluso ese tema en sus pensamientos. Incluso sin saber nada, sin
poder comprender algo… No podía dejar de sentirse subyugado por el
torrente de sentimientos que guardaba hacia ella, que habían despertado con un
solo gesto, una mirada, un roce. La rabia de antes, la confusión en sus ojos,
mirándole a él. ¿Acaso a ella también le habrían robado su memoria?
“Es una locura” Pero era una
locura de la que no podía liberarse, no ahora, ya era tarde para echarse atrás.
Era consciente de que le habían hecho algo. “Tao”… Daba vueltas y más vueltas,
inquieto, hasta que el peso de la noche, fue cubriendo sus párpados haciéndoles
caer.
Sus últimos pensamientos fueron
para ella, como no podía ser de otra manera. Se imaginó una vida en la que
aunque solo fuera por esa noche, pudieran estar juntos. Compartiendo su tiempo
y aficiones, viajando, riendo, compartiendo noches de ensueños entre sus
brazos, su hogar. Una vida en la que nunca faltara el color de sus ojos. Esos
ojos del color del cielo.
“Sus ojos… Sus ojos sin color”
Myungsoo parpadeó en la cama,
incapaz de creer que no hubiera sido capaz de recordar todos esos momentos
antes. Toda su historia, su vida. Selene.
“No volveré a olvidar. Nunca.”
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