La ambulancia iba casi tan rápido
como sus exaltados corazones, que retumbaban en sus pechos. Sungyeol no había
conseguido separar a Selene del cuerpo de Myungsoo, por lo que se montó
con ambos en la parte trasera, sin perder detalle de todo lo que hacía la
enfermera, la cual atendía con urgencia a Myungsoo, aun negando con la cabeza y
frunciendo el ceño, cuando, aun comprobando que no seguía vivo, Sungyeol le
insistía en que, por favor, continuara curando su herida.
Selene no podía hacer otra cosa
más que contemplar con mirada perdida su rostro. Parecía estar atrapado en una
pesadilla, rígido, con un pasmo de terror. Acariciaba su mano fría, sin poder
evitarlo. Aún estaba perdida en lo que acababa de ocurrir. No podía ver otra
cosa más que sangre. No sentía más que dolor. No oía apenas nada, salvo gritos,
pitidos a su alrededor y el furioso viento que se agitaba fuera, golpeando el
vehículo con una fuerza inusitada.
A duras penas, llegaron al
hospital, donde se encargaron de llevar a quirófano a Myungsoo, bajo los nuevos
ruegos de Sungyeol y de Nana, que había ido en el asiento delantero, angustiada
por el tiempo que estaban perdiendo. Bajo alertas y avisos, los doctores se
resignaron, asintiendo y se dirigieron a planta, preparados para operar.
Cuando bajaron a Tao y Momo, no
hubo nadie que estuviera allí para reconocerles, preocupándose por ellos.
Enseguida se los llevaron de allí, sin perder tiempo en su hospitalización.
Selene volvió la vista atrás, mientras les metían con cuidado en bolsas negras,
llevándoles a la planta baja.
Ellos suspiraron, algo más
aliviados, y condujeron a Selene hasta una banqueta de la sala de espera,
preparados para desesperarse a cada minuto que pasaba. ¿Podría salir algo bien?
Los médicos les habían mirado como si fueran verdaderos locos, indignados por
hacerles “perder” el tiempo con alguien que había perdido las constantes
vitales tiempo atrás. Aun así, al final habían conseguido algo.
Sungyeol se frotó la cara con las
manos, expulsando el aire de su respiración pesadamente. Nana enseguida se
volvió a él, masajeando tenuemente sus hombros. Él sonrió ligeramente, y pasó a
rodearla entre sus brazos, cerrando los ojos, cansado.
-¿Crees que funcionará esta vez
también?-Murmuró Nana.
-Debe hacerlo. O no se salvará
nadie.
Nana se abrazó más aún al cuerpo
de Sungyeol, con un nuevo ataque de horror al imaginarse el camino que seguiría
el mundo de no salvar a Myungsoo. Dejó transcurrir el tiempo, intentando
tranquilizarse, mirando a Selene por encima del hombro, pero parecía dormida.
Lo intentó ella también, pero no pudo hacerlo. No podía dejar de tener miedo.
Sin querer pensar en lo que podría suceder, agitó la cabeza con el ceño
fruncido y se obligó a hablar de otra cosa.
-¿A quién llamabas antes?
-Ohh… Hablé con…
Sus palabras fueron cortadas por
el sonido de la televisión que acababan de encender unos nuevos visitantes. El
rugido de un volcán en erupción se propagó por toda la estancia, seguido de
gritos de pánico y la grave voz del reportero, que alertaba de nuevas
situaciones caóticas en algún sitio, lejos de allí. Terremotos, tsunamis,
volcanes, tormentas de lluvia ácida, nevadas cerca del Ecuador…. Solo habían
pasado unas dos horas desde el incidente… Y el mundo se había vuelto loco.
Se apartaron el uno del otro
lentamente, tensos. Sungyeol suspiró y se puso en pie, dispuesto a hacer
cualquier cosa menos quedarse sentado allí, escuchando aquellas catastróficas
noticias. Nana siguió sentada, sin fuerzas para hacer nada. Sungyeol se disculpó,
y fue al baño, aunque solo fuera para refrescarse un momento. Nana asintió, y
se volvió hacia Selene, para comprobar si verdaderamente estaba durmiendo. No
lo estaba.
Sus ojos estaban fijos, rojos, sin
ni siquiera cerrarlos un momento. Se había mordido los labios hasta hacerlos
sangrar, y estaba más que pálida. La llamó varias veces, pero no reaccionó, no
la veía. Temblaba un poco, y cuando la tocó estaba congelada. Nana se sintió
perdida entre sus gritos, incapaz de hacer nada para que reaccionara, para que
saliera de esa tristeza a la que había sucumbido y acabaría por adueñarse de
todos.
-Selene, ¡Selene! Contéstame,
¡Selene!
Cuando regresó Sungyeol, vio a
Nana nerviosa, sacudiendo el cuerpo de Selene, mientras gritaba su nombre al
borde de las lágrimas. Las apartó, echando a Nana a un lado, pidiéndola calma,
abrazándola un momento parando su llanto. Tras eso, se acercó él a Selene, con
mucho cuidado, acariciando sus mejillas.
-Está bien, Selene. Myungsoo va a
estar bien.-En cuanto pronunció ese nombre, ella pestañeó, enfocando lentamente
los ojos de Sungyeol, mirándole confundida, angustiada. Asintió reprimiendo un
sollozo.
Enseguida se oyeron pasos
decididos por el pasillo, y el rumor de una bata, por lo que Sungyeol y Nana se
pusieron en pie, aguardando a la doctora. Vino como una exhalación, mirándoles
con decisión, exasperada. Se tomó un momento para suspirar, y reblandecer su
expresión.
-No hemos podido hacer nada más.
Falleció hace dos horas y la herida es casi intratable: se le han seccionado varios
vasos y no podemos hacer milagros.
-Pero, por favor… Sigan
intentándolo, estamos seguros de que sigue vivo, solo…
-Lo siento.-Dijo tajantemente.-
Pero no tenemos ese tiempo, están llegando personas vivas a
las que nos es más urgente tratar. No podemos hacer…
-Por favor, por favor…-Musitó
Selene con voz rota.- No está muerto. ¡No está muerto! –Gritó levantándose,
alcanzando a coger a aquella mujer del brazo. –Tienen que hacer algo.-Le dijo,
mirándola con ojos suplicantes, mientras una lágrima comenzaba a deslizarse por
su mejilla.
La doctora se soltó con rapidez,
mirándola con remordimiento. Bajó los ojos al suelo y se dio media vuelta,
yéndose de allí a toda velocidad. Selene se quedó donde estaba,
paralizada, pero con nuevas lágrimas deslizándose por su piel. Tomó una
bocanada abrupta de aire, y cuando lo expulsó, estaba llorando, destrozada, en
el suelo.
-No está muerto.
-Lo sabemos, Selene. Conseguirán
salvarle, tranquilízate.- Murmuró Sungyeol, alzándola, dirigiéndola hasta las
sillas de nuevo, aunque ni siquiera seguro de lo que estaba diciendo.- Todos
estamos nerviosos.- Selene negó con la cabeza, tapando su cara con la inmensa
cascada de pelo que poseía.
-Pero… No debería haber pasado… No
debería.-Musitó llorando.- Si no hubiera parado de correr… O me hubiera dado
cuenta antes… Solo un poco antes.-Dijo presionando sus manos contras sus ojos.-
Tampoco pude hacer nada por Tao, ni por nadie… -Sungyeol y Nana se miraron,
Nana también derramando silenciosas lágrimas, acercándose para abrazarla.
-Nadie tiene la culpa. Tao estaba
loco y tú acababas de volver a recordar... Selene, no te culpes.
Asintió, pero no pudo dejar de
sollozar, recordando todo lo que había pasado, una y otra vez, formándose un
gran nudo en su garganta que apenas le dejaba respirar. En algún momento de
aquella lucha consigo misma, aparecieron cinco personas más en la sala,
corriendo hacia Sungyeol, con rostros pálidos y serios.
Sungkyu, Hoya y Woohyun, fueron
directamente a hablar con Sungyeol y Nana, que estaba a su lado, nerviosos, sin
dejar de mirar a su alrededor. Dongwoo y Sungjong, sin embargo, se acercaron a
Selene, con intención de darla algún animo que la hiciera sentir algo mejor de
lo que aparentaba. La abrazaron con cariño, haciendo alguna que otra broma,
apartándole el pelo de la cara.
-Noona, llorar no te sienta nada
bien.- Dijo Sungjong con una media sonrisa, negando con la cabeza.- Tienes que
sonreír aunque sea duro.
-Ya estamos todos aquí, Selene.-Le
animaba Dongwoo.
Mientras tanto, los demás se
informaban de los últimos sucesos, apenas sin poder creer lo que oían. Todos
sabían de los poderes de Myungsoo, pero toda aquella historia increíble, y Tao…
-Menos mal que cogimos el último
vuelo hacia aquí y no os fuisteis demasiado lejos. Ya han cancelado todos, y
están cerrando aeropuerto y demás sitios.-Murmuró un meditabundo Hoya.
-¿Pero entonces…? ¿Qué va a
pasar?-Preguntó Sungkyu serio, mientras Dongwoo también se unía a la
conversación.
-No sabemos nada. La otra vez le
salvó ese médico, bueno… Su padre. Ahora ya… No tenemos ni idea de si le están
tratando, y tampoco sabemos si se puede salvar por segunda vez… Además Tao
también… También…-Sungyeol suspiró e hizo un gesto alrededor de su cuello.
-Entonces puede perfectamente que
el mundo se venga abajo.- Sentenció Hoya, echándose las manos a la cabeza,
despeinándose sin que le importara lo más mínimo.
-Ya lo está haciendo.-Asintió
Sungyeol, serio, haciendo una mueca de impotencia.
-¿Cuánto tiempo puede
quedar?-Susurró Sungjong, con una mirada vidriosa.
-Unas… Cinco horas más.-Dijo
Selene, para sorpresa de todos.
Giraron sus cabezas rápidamente,
mirándola con cierta pena y resignación.
-¿Estás segura?-Preguntó Sungkyu.
Selene se encogió de hombros, asintiendo, sacudida por nuevas ganas de llorar
al volver a recordar a Myungsoo sufriendo en algún sitio de su mente.
Todos miraron al suelo,
desanimados, solo pudiendo esperar, y esperar, observando en busca de la
aparición de cualquier sanitario que pudiera decirles que había pasado con su
amigo. El reloj allí colgado, dejaba pasar los minutos demasiado deprisa,
produciendo en ellos inseguridad y ansiedad.
Selene agarró con fuerza la mano
de Nana cuando volvió a escuchar esos pasos rápidos y decididos, recorriendo el
vestíbulo, más allá de la sala de espera. Sin perder un momento, se levantó y
fue tras ella cuando oyó que se estaba alejando de nuevo, sin pasar por allí.
Tras Selene, fueron todos los demás, alertados.
La doctora les vio a lo lejos,
sorprendiéndose y frunciendo el ceño, deteniéndose, poniendo los ojos en blanco.
Cuando llegaron a ella, estaba de brazos cruzados, reprendiéndoles con la
mirada.
-¿Cómo está? ¿Consiguió volver en
sí? ¿Cerraron la herida?-Interrogó Sungyeol. La doctora se quedó callada un
momento, como pensativa sobre lo que debía decir, insegura. Tras ese instante
volvió a tomar su máscara de fría profesional.
-Hicimos lo que estuvo en nuestras
manos, pero las urgencias se llenaron y por más pruebas, no pudimos constatar
que estaba vivo. Lo lamento, ahora si me disculpan…
-¡Pero no está muerto! ¡No está
muerto! –Chilló Selene, desgarrando las entrañas de todos, inmovilizándoles por
un momento.- Por favor, necesito verle, está vivo. ¿Dónde está?
-Ahh…-Murmuró la doctora,
frunciendo el ceño y apartando la mirada.- No había más espacio en urgencias y…
Se lo llevaron ya a la morgue. Iban a incinerarle.- Tras eso, recuperó su
decisión y se despidió rápidamente.
“¿Incinerarle?” Selene se imaginó
por un momento el fuego quemando el cuerpo de Myungsoo hasta hacerlo
desaparecer. Abría los ojos en un último momento y la miraba, pidiendo auxilio
con una expresión de pena desesperada, mientras el calor derretía su piel.
Chilló de dolor, derramando más lágrimas, agarrando al médico por la cola de la
bata, apoyándose en el suelo, sin poderse tener en pie.
-No le pueden incinerar, no pueden
hacer eso, no, no, no, por favor. Por favor… ¡Sáquelo de ahí! ¡No está muerto!-
Entre sollozos, gritaba balbuceando las palabras que emergían de su boca, causa
de la angustia.
Temblaba violentamente, y
empalidecía a cada segundo, sin dejar de llorar, ni gritar. Nana fue hacia ella
rápidamente, intentando calmarla, para hacer que las miradas de todos dejaran
de estar puestas sobre todos ellos, pero no consiguió nada. Parecía haber
perdido la razón, no había apenas humanidad en sus ojos.
Unos guardias enseguida fueron
hasta ella, reduciéndola bajo sus brazos, dejando la piel de su antebrazo
expuesta para que el sanitario que había sido avisado pudiera inyectarle los
calmantes sin dificultad ninguna. En cuanto lo hicieron, se la llevaron de allí
sin dar pie a que el escándalo continuara. Nana se disculpó con los chicos para
ir junto Selene, a donde quiera que la llevaran.
-Nana, no pasa nada, ve con ella.
Nosotros iremos a ver qué ha pasado con…-Sungyeol se aclaró la garganta, sin pestañear,
intentando que no se notara que estaba también a punto de derrumbarse.- Con
Myungsoo.
-¿Va-vamos a la morgue? Sungjong,
tú mejor ve con Nana.-Dijo Sungkyu, tragando saliva.
Sungjong obedeció sin pensarlo
demasiado, casi agradecido. Enseguida, Woohyun dio un paso atrás, sonriendo
ligeramente, con las manos al frente.
-Creo que será mejor que vaya yo
también con Sungjong, es injusto que vaya solo él.-Murmuró, alejándose del
grupo que iban a buscar a su amigo. Sungjong aprovechó para dirigirle una mirada
indignada. Woohyun se encogió de hombros y se despidió con la
mano, volviéndose serio. Por nada del mundo quería creerse que
Myungsoo estuviera muerto, menos aún verlo de esa forma.
Condujeron a Selene, que apenas
podía sostener su cuerpo por sí misma, hasta varias habitaciones, pero todas
estaban llenas. Al final, consiguieron encontrar lo que parecía un lugar donde
quedara un hueco libre, aunque les advirtieron que era solo algo temporal, y
que debían marcharse para que la habitación pudiera ser ocupada. Suspiraron y
asintieron, pensando en que deberían hacer en cuanto regresara el otro grupo.
Resoplaron, intentando mantenerse
cuerdos en aquel pequeño espacio oscuro. Se asomaron por la ventana, pero el
aire y las nubes negras en el cielo no presagiaban nada bueno.
Sungyeol, Sungkyu, Dongwoo y Hoya
fueron a donde esperaban ser informados de donde debían ir a buscar a su amigo,
pero apenas había nadie para atenderles en ninguna parte. Solo pasaban camillas
y más camillas con heridos. Parecía haber habido un huracán por la zona en esa
última hora.
Después de un buen rato intentando
localizar a alguien libre que les diese la información, consiguieron encontrar
a un guardia de seguridad que acababa de terminar de indicar el camino a una
señora con cara de preocupación, que desapareció de allí intranquila.
Le preguntaron y fueron
respondidos de inmediato, aunque con indicaciones imprecisas y rápidas. De
algún modo se las ingeniaron para llegar a la planta baja, a una puerta blanca,
que estaba cerrada a cal y canto. Llamaron repetidas veces hasta que un hombre
bastante mayor, aparentemente sin ningún pelo en la cabeza les abrió, con ojos
temerosos.
-¿Qué quieren? Esta área no se
puede visitar.
-¿Ha llegado algún chico más o
menos de nuestra edad? Se han equivocado…-Comenzó Sungkyu, pero su voz se fue
apagando gradualmente.
-Verá… Han enviado aquí a un amigo
nuestro… Pero no nos habían avisado, y no puede ser incinerado.-Dijo Sungyeol,
tomando el liderazgo del grupo.
-De ninguna manera, no pueden
hacerlo.- Afirmó Hoya por detrás.
El hombre les miró uno por uno, de
arriba abajo, indagando si su forma de vestir le podía revelar si estaban
siendo sinceros o no. Les escrutó un rato más, hasta que les dirigió una mirada
severa, y abrió la puerta para dejarles entrar.
-Pasad si queréis. A ver si
encontramos a vuestro amigo.
Tragaron saliva, y fueron entrando
con temor y respeto hacia el lugar, muy lentamente, arrastrando los pies por el
suelo.
Vieron cuatro camillas, con bultos
metidos en esas bolsas negras que reconocieron enseguida, pero cerca de las
cuales nunca habían estado . Aquel señor, sin parsimonia ninguna, abrió las
cremalleras de cada uno, mostrándoles los cadáveres que habían traído. Se
acercaron casi de puntillas, unos centímetros más, asomándose los unos a los
hombros de los otros, para observar. No eran Myungsoo.
Sungyeol comprobó que incluso
estaban allí los cuerpos de Momo y Tao, haciendo que le revolviera el estómago
con la visión. Se dio la vuelta, sin ganas de seguir indagando.
-¿No-no han traído más? ¿Está
seguro?-El hombre negó con la cabeza.
-Han traído más, pero los que no
estén ya aquí, son ceniza.-Sentenció, dirigiéndoles de nuevo a la salida.- Lo
lamento, hago lo que me mandan.
-Ya, ya… Gracias por todo
igualmente…
Cerró la puerta, dejándoles en
silencio, en aquel pasillo blanco que se les hizo vacío y sin vida, solitario.
No podían mover los ojos de allí, ninguno de ellos. La realidad les golpeaba
duramente sobre los hombros. Habían incinerado a Myungsoo. No solo habían
perdido a su querido amigo, lo que les hacía sentir miserables, si no que todo
el mundo estaba sentenciado a su Fin.
Dongwoo fue el único que pestañeó
por un momento, consiguiendo salir de aquel momento estático, dejando caer sus
lágrimas de desdicha, siendo capaz de hablar aunque fuera un ligero
susurro.
-Debe-deberíamos ir con los demás.
Por lo menos… Estar juntos.-Murmuró con sus labios temblando, intentando
contener el llanto.
Se limpió los ojos, y les animó
con palmadas en los hombros, que les hicieron caminar lentamente, como movidos
por resortes, poco a poco, avanzando. La mirada en el suelo, la mente en alguna
otra parte, recogiendo cierta decisión a cada paso, asintiendo y haciéndose
fuertes los unos a los otros.
Si esas eran sus últimas horas, lo
mínimo que podían hacer era no lamentarse, y dejar la tristeza a un lado.
Nana y Woohyun hablaban junto a la
ventana, aunque habiendo dejado de mirar por ella hacía rato, para mirar al
suelo fijamente, sin saber muy bien que continuar diciendo. Sungjong hacía un
rato que intentaba tranquilizarse, cerrando los ojos en un sofá, sabiendo que
no iba a poder dormir.
Selene se había levantado de la
cama hacía un tiempo, de nuevo inquieta, aunque calmada de alguna forma y casi
sin fuerzas para moverse. Quizá seguían siendo los calmantes, quizá era solo el
olor que podía percibir proveniente del exterior. La tierra se renovaba.
Inspiró lentamente, frunciendo el ceño. Era extraño.
La tormenta había parado, y no oía
el rugir del viento, todo estaba en silencio, e incluso podía escuchar el rumor
de algún parajillo. No diría que el mundo se estuviera acabando, sino todo lo
contrario, parecía hacer un día estupendo ahí fuera. Miró a su alrededor para
encontrar a todos los demás perdidos en sus pensamientos, desanimados.
Volvió a tomar aire profundamente,
pero el tenue sonido de un golpe en la puerta interrumpió su respiración,
dejándola clavada en el sitio. Nadie más lo había oído. Volvieron a llamar.
Selene solo consiguió distinguir un olor antiséptico muy fuerte y un corazón débil,
latiendo al otro lado de ese muro.
-Vamos Selene, sé que estás ahí,
puedo saber lo que estás pensando.- Susurró ese alguien, con una voz cansada.
Produciendo un sonido apenas audible.
Selene volvió a mirar a Sungjong,
Woohyun y Nana, pero ninguno se había movido, ni daban señales de oír nada. Aun
así, dio varios pasos hacia la puerta, aunque indecisa aun. ¿Había oído lo que
había oído? “¿Tao?” Se dijo con terror. “Pero… Esa voz…”
-Selene… Si no me abres, tendré
que abrir yo.
Antes de que pudiera reaccionar,
admitir la realidad, o incluso imaginarse lo que estaba sucediendo, el pestillo
de la puerta se corrió solo, el pomo hundiéndose, para poder dejar paso a la
persona que esperaba detrás, con esa mirada suya, tan características, y sus
ojos negros, como una noche sin luna.
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