37# “No está muerto” Quizá sea una mentira.
La ambulancia iba casi tan rápido como sus exaltados corazones, que retumbaban en sus pechos. Sungyeol no había conseguido separar a  Selene del cuerpo de Myungsoo, por lo que se montó con ambos en la parte trasera, sin perder detalle de todo lo que hacía la enfermera, la cual atendía con urgencia a Myungsoo, aun negando con la cabeza y frunciendo el ceño, cuando, aun comprobando que no seguía vivo, Sungyeol le insistía en que, por favor, continuara curando su herida.
Selene no podía hacer otra cosa más que contemplar con mirada perdida su rostro. Parecía estar atrapado en una pesadilla, rígido, con un pasmo de terror. Acariciaba su mano fría, sin poder evitarlo. Aún estaba perdida en lo que acababa de ocurrir. No podía ver otra cosa más que sangre. No sentía más que dolor. No oía apenas nada, salvo gritos, pitidos a su alrededor y el furioso viento que se agitaba fuera, golpeando el vehículo con una fuerza inusitada.
A duras penas, llegaron al hospital, donde se encargaron de llevar a quirófano a Myungsoo, bajo los nuevos ruegos de Sungyeol y de Nana, que había ido en el asiento delantero, angustiada por el tiempo que estaban perdiendo. Bajo alertas y avisos, los doctores se resignaron, asintiendo y se dirigieron a planta, preparados para operar.
Cuando bajaron a Tao y Momo, no hubo nadie que estuviera allí para reconocerles, preocupándose por ellos. Enseguida se los llevaron de allí, sin perder tiempo en su hospitalización. Selene volvió la vista atrás, mientras les metían con cuidado en bolsas negras, llevándoles a la planta baja.
Ellos suspiraron, algo más aliviados, y condujeron a Selene hasta una banqueta de la sala de espera, preparados para desesperarse a cada minuto que pasaba. ¿Podría salir algo bien? Los médicos les habían mirado como si fueran verdaderos locos, indignados por hacerles “perder” el tiempo con alguien que había perdido las constantes vitales tiempo atrás. Aun así, al final habían conseguido algo.
Sungyeol se frotó la cara con las manos, expulsando el aire de su respiración pesadamente. Nana enseguida se volvió a él, masajeando tenuemente sus hombros. Él sonrió ligeramente, y pasó a rodearla entre sus brazos, cerrando los ojos, cansado.
-¿Crees que funcionará esta vez también?-Murmuró Nana.
-Debe hacerlo. O no se salvará nadie.
Nana se abrazó más aún al cuerpo de Sungyeol, con un nuevo ataque de horror al imaginarse el camino que seguiría el mundo de no salvar a Myungsoo. Dejó transcurrir el tiempo, intentando tranquilizarse, mirando a Selene por encima del hombro, pero parecía dormida. Lo intentó ella también, pero no pudo hacerlo. No podía dejar de tener miedo. Sin querer pensar en lo que podría suceder, agitó la cabeza con el ceño fruncido y se obligó a hablar de otra cosa.
-¿A quién llamabas antes?
-Ohh… Hablé con…

Sus palabras fueron cortadas por el sonido de la televisión que acababan de encender unos nuevos visitantes. El rugido de un volcán en erupción se propagó por toda la estancia, seguido de gritos de pánico y la grave voz del reportero, que alertaba de nuevas situaciones caóticas en algún sitio, lejos de allí. Terremotos, tsunamis, volcanes, tormentas de lluvia ácida, nevadas cerca del Ecuador…. Solo habían pasado unas dos horas desde el incidente… Y el mundo se había vuelto loco.


Se apartaron el uno del otro lentamente, tensos. Sungyeol suspiró y se puso en pie, dispuesto a hacer cualquier cosa menos quedarse sentado allí, escuchando aquellas catastróficas noticias. Nana siguió sentada, sin fuerzas para hacer nada. Sungyeol se disculpó, y fue al baño, aunque solo fuera para refrescarse un momento. Nana asintió, y se volvió hacia Selene, para comprobar si verdaderamente estaba durmiendo. No lo estaba.
Sus ojos estaban fijos, rojos, sin ni siquiera cerrarlos un momento. Se había mordido los labios hasta hacerlos sangrar, y estaba más que pálida. La llamó varias veces, pero no reaccionó, no la veía. Temblaba un poco, y cuando la tocó estaba congelada. Nana se sintió perdida entre sus gritos, incapaz de hacer nada para que reaccionara, para que saliera de esa tristeza a la que había sucumbido y acabaría por adueñarse de todos.
-Selene, ¡Selene! Contéstame, ¡Selene!
Cuando regresó Sungyeol, vio a Nana nerviosa, sacudiendo el cuerpo de Selene, mientras gritaba su nombre al borde de las lágrimas. Las apartó, echando a Nana a un lado, pidiéndola calma, abrazándola un momento parando su llanto. Tras eso, se acercó él a Selene, con mucho cuidado, acariciando sus mejillas.
-Está bien, Selene. Myungsoo va a estar bien.-En cuanto pronunció ese nombre, ella pestañeó, enfocando lentamente los ojos de Sungyeol, mirándole confundida, angustiada. Asintió reprimiendo un sollozo.
Enseguida se oyeron pasos decididos por el pasillo, y el rumor de una bata, por lo que Sungyeol y Nana se pusieron en pie, aguardando a la doctora. Vino como una exhalación, mirándoles con decisión, exasperada. Se tomó un momento para suspirar, y reblandecer su expresión.
-No hemos podido hacer nada más. Falleció hace dos horas y la herida es casi intratable: se le han seccionado varios vasos y no podemos hacer milagros.
-Pero, por favor… Sigan intentándolo, estamos seguros de que sigue vivo, solo…
-Lo siento.-Dijo tajantemente.- Pero no tenemos ese tiempo, están llegando personas vivas a las que nos es más urgente tratar. No podemos hacer…
-Por favor, por favor…-Musitó Selene con voz rota.- No está muerto. ¡No está muerto! –Gritó levantándose, alcanzando a coger a aquella mujer del brazo. –Tienen que hacer algo.-Le dijo, mirándola con ojos suplicantes, mientras una lágrima comenzaba a deslizarse por su mejilla.
La doctora se soltó con rapidez, mirándola con remordimiento. Bajó los ojos al suelo y se dio media vuelta, yéndose de allí a  toda velocidad. Selene se quedó donde estaba, paralizada, pero con nuevas lágrimas deslizándose por su piel. Tomó una bocanada abrupta de aire, y cuando lo expulsó, estaba llorando, destrozada, en el suelo.
-No está muerto.
-Lo sabemos, Selene. Conseguirán salvarle, tranquilízate.- Murmuró Sungyeol, alzándola, dirigiéndola hasta las sillas de nuevo, aunque ni siquiera seguro de lo que estaba diciendo.- Todos estamos nerviosos.- Selene negó con la cabeza, tapando su cara con la inmensa cascada de pelo que poseía.
-Pero… No debería haber pasado… No debería.-Musitó llorando.- Si no hubiera parado de correr… O me hubiera dado cuenta antes… Solo un poco antes.-Dijo presionando sus manos contras sus ojos.- Tampoco pude hacer nada por Tao, ni por nadie… -Sungyeol y Nana se miraron, Nana también derramando silenciosas lágrimas, acercándose para abrazarla.

-Nadie tiene la culpa. Tao estaba loco y tú acababas de volver a recordar... Selene, no te culpes.
Asintió, pero no pudo dejar de sollozar, recordando todo lo que había pasado, una y otra vez, formándose un gran nudo en su garganta que apenas le dejaba respirar. En algún momento de aquella lucha consigo misma, aparecieron cinco personas más en la sala, corriendo hacia Sungyeol, con rostros pálidos y serios.


Sungkyu, Hoya y Woohyun, fueron directamente a hablar con Sungyeol y Nana, que estaba a su lado, nerviosos, sin dejar de mirar a su alrededor. Dongwoo y Sungjong, sin embargo, se acercaron a Selene, con intención de darla algún animo que la hiciera sentir algo mejor de lo que aparentaba. La abrazaron con cariño, haciendo alguna que otra broma, apartándole el pelo de la cara.
-Noona, llorar no te sienta nada bien.- Dijo Sungjong con una media sonrisa, negando con la cabeza.- Tienes que sonreír aunque sea duro.
-Ya estamos todos aquí, Selene.-Le animaba Dongwoo.
Mientras tanto, los demás se informaban de los últimos sucesos, apenas sin poder creer lo que oían. Todos sabían de los poderes de Myungsoo, pero toda aquella historia increíble, y Tao…
-Menos mal que cogimos el último vuelo hacia aquí y no os fuisteis demasiado lejos. Ya han cancelado todos, y están cerrando aeropuerto y demás sitios.-Murmuró un meditabundo Hoya.
-¿Pero entonces…? ¿Qué va a pasar?-Preguntó Sungkyu serio, mientras Dongwoo también se unía a la conversación.
-No sabemos nada. La otra vez le salvó ese médico, bueno… Su padre. Ahora ya… No tenemos ni idea de si le están tratando, y tampoco sabemos si se puede salvar por segunda vez… Además Tao también… También…-Sungyeol suspiró e hizo un gesto alrededor de su cuello.
-Entonces puede perfectamente que el mundo se venga abajo.- Sentenció Hoya, echándose las manos a la cabeza, despeinándose sin que le importara lo más mínimo.
-Ya lo está haciendo.-Asintió Sungyeol, serio, haciendo una mueca de impotencia.
-¿Cuánto tiempo puede quedar?-Susurró Sungjong, con una mirada vidriosa.
-Unas… Cinco horas más.-Dijo Selene, para sorpresa de todos.
Giraron sus cabezas rápidamente, mirándola con cierta pena y resignación.
-¿Estás segura?-Preguntó Sungkyu. Selene se encogió de hombros, asintiendo, sacudida por nuevas ganas de llorar al volver a recordar a Myungsoo sufriendo en algún sitio de su mente.


Todos miraron al suelo, desanimados, solo pudiendo esperar, y esperar, observando en busca de la aparición de cualquier sanitario que pudiera decirles que había pasado con su amigo. El reloj allí colgado, dejaba pasar los minutos demasiado deprisa, produciendo en ellos inseguridad y ansiedad.
Selene agarró con fuerza la mano de Nana cuando volvió a escuchar esos pasos rápidos y decididos, recorriendo el vestíbulo, más allá de la sala de espera. Sin perder un momento, se levantó y fue tras ella cuando oyó que se estaba alejando de nuevo, sin pasar por allí. Tras Selene, fueron todos los demás, alertados.
La doctora les vio a lo lejos, sorprendiéndose y frunciendo el ceño, deteniéndose, poniendo los ojos en blanco. Cuando llegaron a ella, estaba de brazos cruzados, reprendiéndoles con la mirada.
-¿Cómo está? ¿Consiguió volver en sí? ¿Cerraron la herida?-Interrogó Sungyeol. La doctora se quedó callada un momento, como pensativa sobre lo que debía decir, insegura. Tras ese instante volvió a tomar su máscara de fría profesional.
-Hicimos lo que estuvo en nuestras manos, pero las urgencias se llenaron y por más pruebas, no pudimos constatar que estaba vivo. Lo lamento, ahora si me disculpan…
-¡Pero no está muerto! ¡No está muerto! –Chilló Selene, desgarrando las entrañas de todos, inmovilizándoles por un momento.- Por favor, necesito verle, está vivo. ¿Dónde está?
-Ahh…-Murmuró la doctora, frunciendo el ceño y apartando la mirada.- No había más espacio en urgencias y… Se lo llevaron ya a la morgue. Iban a incinerarle.- Tras eso, recuperó su decisión y se despidió rápidamente.
“¿Incinerarle?” Selene se imaginó por un momento el fuego quemando el cuerpo de Myungsoo hasta hacerlo desaparecer. Abría los ojos en un último momento y la miraba, pidiendo auxilio con una expresión de pena desesperada, mientras el calor derretía su piel. Chilló de dolor, derramando más lágrimas, agarrando al médico por la cola de la bata, apoyándose en el suelo, sin poderse tener en pie.
-No le pueden incinerar, no pueden hacer eso, no, no, no, por favor. Por favor… ¡Sáquelo de ahí! ¡No está muerto!- Entre sollozos, gritaba balbuceando las palabras que emergían de su boca, causa de la angustia.
Temblaba violentamente, y empalidecía a cada segundo, sin dejar de llorar, ni gritar. Nana fue hacia ella rápidamente, intentando calmarla, para hacer que las miradas de todos dejaran de estar puestas sobre todos ellos, pero no consiguió nada. Parecía haber perdido la razón, no había apenas humanidad en sus ojos.
Unos guardias enseguida fueron hasta ella, reduciéndola bajo sus brazos, dejando la piel de su antebrazo expuesta para que el sanitario que había sido avisado pudiera inyectarle los calmantes sin dificultad ninguna. En cuanto lo hicieron, se la llevaron de allí sin dar pie a que el escándalo continuara. Nana se disculpó con los chicos para ir junto Selene, a donde quiera que la llevaran.
-Nana, no pasa nada, ve con ella. Nosotros iremos a ver qué ha pasado con…-Sungyeol se aclaró la garganta, sin pestañear, intentando que no se notara que estaba también a punto de derrumbarse.- Con Myungsoo.
-¿Va-vamos a la morgue? Sungjong, tú mejor ve con Nana.-Dijo Sungkyu, tragando saliva.
Sungjong obedeció sin pensarlo demasiado, casi agradecido. Enseguida, Woohyun dio un paso atrás, sonriendo ligeramente, con las manos al frente.
-Creo que será mejor que vaya yo también con Sungjong, es injusto que vaya solo él.-Murmuró, alejándose del grupo que iban a buscar a su amigo. Sungjong aprovechó para dirigirle una mirada indignada. Woohyun se encogió de hombros y se despidió con la mano, volviéndose serio. Por nada del mundo quería creerse que Myungsoo estuviera muerto, menos aún verlo de esa forma.


Condujeron a Selene, que apenas podía sostener su cuerpo por sí misma, hasta varias habitaciones, pero todas estaban llenas. Al final, consiguieron encontrar lo que parecía un lugar donde quedara un hueco libre, aunque les advirtieron que era solo algo temporal, y que debían marcharse para que la habitación pudiera ser ocupada. Suspiraron y asintieron, pensando en que deberían hacer en cuanto regresara el otro grupo.
Resoplaron, intentando mantenerse cuerdos en aquel pequeño espacio oscuro. Se asomaron por la ventana, pero el aire y las nubes negras en el cielo no presagiaban nada bueno.

Sungyeol, Sungkyu, Dongwoo y Hoya fueron a donde esperaban ser informados de donde debían ir a buscar a su amigo, pero apenas había nadie para atenderles en ninguna parte. Solo pasaban camillas y más camillas con heridos. Parecía haber habido un huracán por la zona en esa última hora.
Después de un buen rato intentando localizar a alguien libre que les diese la información, consiguieron encontrar a un guardia de seguridad que acababa de terminar de indicar el camino a una señora con cara de preocupación, que desapareció de allí intranquila.
Le preguntaron y fueron respondidos de inmediato, aunque con indicaciones imprecisas y rápidas. De algún modo se las ingeniaron para llegar a la planta baja, a una puerta blanca, que estaba cerrada a cal y canto. Llamaron repetidas veces hasta que un hombre bastante mayor, aparentemente sin ningún pelo en la cabeza les abrió, con ojos temerosos.
-¿Qué quieren? Esta área no se puede visitar.
-¿Ha llegado algún chico más o menos de nuestra edad? Se han equivocado…-Comenzó Sungkyu, pero su voz se fue apagando gradualmente.
-Verá… Han enviado aquí a un amigo nuestro… Pero no nos habían avisado, y no puede ser incinerado.-Dijo Sungyeol, tomando el liderazgo del grupo.
-De ninguna manera, no pueden hacerlo.- Afirmó Hoya por detrás.
El hombre les miró uno por uno, de arriba abajo, indagando si su forma de vestir le podía revelar si estaban siendo sinceros o no. Les escrutó un rato más, hasta que les dirigió una mirada severa, y abrió la puerta para dejarles entrar.
-Pasad si queréis. A ver si encontramos a vuestro amigo.
Tragaron saliva, y fueron entrando con temor y respeto hacia el lugar, muy lentamente, arrastrando los pies por el suelo.
Vieron cuatro camillas, con bultos metidos en esas bolsas negras que reconocieron enseguida, pero cerca de las cuales nunca habían estado . Aquel señor, sin parsimonia ninguna, abrió las cremalleras de cada uno, mostrándoles los cadáveres que habían traído. Se acercaron casi de puntillas, unos centímetros más, asomándose los unos a los hombros de los otros, para observar. No eran Myungsoo.
Sungyeol comprobó que incluso estaban allí los cuerpos de Momo y Tao, haciendo que le revolviera el estómago con la visión. Se dio la vuelta, sin ganas de seguir indagando.
-¿No-no han traído más? ¿Está seguro?-El hombre negó con la cabeza.
-Han traído más, pero los que no estén ya aquí, son ceniza.-Sentenció, dirigiéndoles de nuevo a la salida.- Lo lamento, hago lo que me mandan.
-Ya, ya… Gracias por todo igualmente…
Cerró la puerta, dejándoles en silencio, en aquel pasillo blanco que se les hizo vacío y sin vida, solitario. No podían mover los ojos de allí, ninguno de ellos. La realidad les golpeaba duramente sobre los hombros. Habían incinerado a Myungsoo. No solo habían perdido a su querido amigo, lo que les hacía sentir miserables, si no que todo el mundo estaba sentenciado a su Fin.
Dongwoo fue el único que pestañeó por un momento, consiguiendo salir de aquel momento estático, dejando caer sus lágrimas de desdicha, siendo capaz de  hablar aunque fuera un ligero susurro.


-Debe-deberíamos ir con los demás. Por lo menos… Estar juntos.-Murmuró con sus labios temblando, intentando contener el llanto.
Se limpió los ojos, y les animó con palmadas en los hombros, que les hicieron caminar lentamente, como movidos por resortes, poco a poco, avanzando. La mirada en el suelo, la mente en alguna otra parte, recogiendo cierta decisión a cada paso, asintiendo y haciéndose fuertes los unos a los otros.
Si esas eran sus últimas horas, lo mínimo que podían hacer era no lamentarse, y dejar la tristeza a un lado.

Nana y Woohyun hablaban junto a la ventana, aunque habiendo dejado de mirar por ella hacía rato, para mirar al suelo fijamente, sin saber muy bien que continuar diciendo. Sungjong hacía un rato que intentaba tranquilizarse, cerrando los ojos en un sofá, sabiendo que no iba a poder dormir.
Selene se había levantado de la cama hacía un tiempo, de nuevo inquieta, aunque calmada de alguna forma y casi sin fuerzas para moverse. Quizá seguían siendo los calmantes, quizá era solo el olor que podía percibir proveniente del exterior. La tierra se renovaba. Inspiró lentamente, frunciendo el ceño. Era extraño.
La tormenta había parado, y no oía el rugir del viento, todo estaba en silencio, e incluso podía escuchar el rumor de algún parajillo. No diría que el mundo se estuviera acabando, sino todo lo contrario, parecía hacer un día estupendo ahí fuera. Miró a su alrededor para encontrar a todos los demás perdidos en sus pensamientos, desanimados.
Volvió a tomar aire profundamente, pero el tenue sonido de un golpe en la puerta interrumpió su respiración, dejándola clavada en el sitio. Nadie más lo había oído. Volvieron a llamar. Selene solo consiguió distinguir un olor antiséptico muy fuerte y un corazón débil, latiendo al otro lado de ese muro.
-Vamos Selene, sé que estás ahí, puedo saber lo que estás pensando.- Susurró ese alguien, con una voz cansada. Produciendo un sonido apenas audible.
Selene volvió a mirar a Sungjong, Woohyun y Nana, pero ninguno se había movido, ni daban señales de oír nada. Aun así, dio varios pasos hacia la puerta, aunque indecisa aun. ¿Había oído lo que había oído? “¿Tao?” Se dijo con terror. “Pero… Esa voz…”
-Selene… Si no me abres, tendré que abrir yo.
Antes de que pudiera reaccionar, admitir la realidad, o incluso imaginarse lo que estaba sucediendo, el pestillo de la puerta se corrió solo, el pomo hundiéndose, para poder dejar paso a la persona que esperaba detrás, con esa mirada suya, tan características, y sus ojos negros, como una noche sin luna.





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