32# Marionetas en sus manos, humanos ajenos a sus recuerdos, despojados de sí mismos.
“Selene… Selene ¿Dónde estás? ¿Dónde…?”
La gente que había estado taponando su paso ahora se dispersaba, como si fueran actores de una función que había terminado. La animación continuaba con su ritmo frenético, como si no hubiera pasado nada. El ruido se oída de fondo con sus gritos. ¿Cómo podían hacer eso? Selene no estaba allí. No estaba. Pero nadie parecía verle. Todos tenían los ojos vidriosos, como si fueran simples marionetas sin vida. Cuerpos vacíos, que seguían las órdenes de su titiritero. “Los presentadores”
Con eso en mente, subió al escenario sin ningún miedo, para coger del cuello de la camisa a aquel hombre que parecía tener una sonrisa pintada en la cara constantemente. Le miraba con cruel regocijo, mientras sus hombros temblaban por las sacudidas de la risa.
-¿Dónde la has metido? ¡¿Dónde está?! –El hombre continuó riendo, sin contestar, con carcajadas cada vez más estruendosas. La rabia de Myungsoo crecía por momentos. ¡Te he dicho que me digas donde esta! ¡¿Dónde?!
El MC tomó una gran bocanada de aire y pasó a una seriedad inmediata, mirándole con repugnancia y hastío.
-¿Está aquí? No, ¿verdad? Entonces, suéltame. –Myungsoo le dejó caer al suelo con fuerza, creyendo que se ganaría una mirada asesina, no una humillante carcajada.- No puedes encontrarla… No lo harás, hehehe…-Decía entre risas.- Torpe, torpe.
Myungsoo recogía los dedos en un puño, abalanzándose sobre aquel horripilante ser, que había conseguido separarle de ella. Pero antes de que pudiera descargar su ira, algo detuvo su mano en el aire. Nana le miraba entre enfadada, triste y desesperada. La miró confuso un momento, lo suficiente para ser arrastrado fuera de allí, recorriendo la habitación como una exhalación.
-¿Qué estabas haciendo para dejarla ir? ¿Utilizas la cabeza acaso? –Nana resopló con angustia.- Es Tao quién se la ha llevado, aunque no sé muy bien de que va todo esto… -Dijo, mirando por encima del hombro al escenario que dejaban atrás, frunciendo el ceño, mientras llegaban a la salida del hotel.
Myungsoo pestañeó y agitó la cabeza sin saber en qué pensar para no derrumbarse allí mismo.
-Pero… Pero… -Y ella ¿qué hacía allí?- ¿Qu-qué está pasando?
-Tao se la ha llevado.- Interrumpió Sungyeol con una voz fúnebre, haciendo que Myungsoo levantara la cabeza levemente al escuchar su voz.- No sé qué demonios estabas haciendo para no verlo, pero la besó y ella se… No sé, se desvaneció. Así que se la llevó en brazos hasta su coche… Ya estarán lejos.- Murmuró ojeando el suelo.

-Selene… Tao…- “Ya estarán lejos” la desesperación le martilleaba la cabeza y el pecho. “Ya estarán lejos”. Una lágrima cayó sin que pudiera evitarlo. Giró la cabeza para que no le vieran llorar.- ¿Por qué…? –Susurró contra las palmas de sus manos.


-Vamos Myungsoo… No hagas eso, no te vengas abajo. Hay que buscarles, la isla no es muy grande y somos tres. Tampoco puede ser muy difícil.
-Y además… Tus poderes son muy útiles, recuerda la última vez.- Apuntó Nana, intentando que el ambiente fuera menos tenso,  impaciente por hacer algo.
-Sí. Y ahora tengo la matrícula de su coche también. Tranquilo, Myung. Tao no se nos va a escapar esta vez.
Myungsoo asentía desde el suelo, intentando que el llanto parara de una vez por todas para levantarse y afrontar de nuevo aquella pérdida que le conmocionaba y le hacía débil. Sungyeol y Nana se sentaron a su lado, intentando confortarle con palabras de ánimo, que solo hacían que se sintiera más idiota por momentos.
-Debería haberla creído, deberíamos habernos ido en ese momento…- “Ahora ya es tarde. Es tarde. Maldita sea”
-Myungsoo, vamos a encontrarla. Tao es inteligente, pero nosotros somos tres y somos fuertes. Podemos avisar a la policía también. Y Selene estará bien, no va a hacerla nada.- Sungyeol calló, provocando un incómodo silencio, en el que Myungsoo suspiró con un sollozo.
Todos sabían que Tao podía hacer cualquier cosa para salirse con la suya y, que no fuera a hacerla daño, no significaba que no pudiera hacer cosas igualmente terribles. Cosas, en las que Myungsoo no podía dejar de pensar, imaginando como podría Tao servirse de sus cuerpos. Tenía que impedirlo de algún modo.
Inspirando con fuerza y soltando el aire igual, se puso de pie, limpiando con el dorso de la mano la humedad de su cara. No iba a llorar más, no cuando tenía que regresar junto a Selene. Costara lo que costase. Sin ella, no estaba vivo, su vida estaba vacía.
Cuando alcanzó a posar su mirada en el horizonte, la figura del presentador se recortó contra él. Sonreía sosteniendo algo entre sus dedos. Myungsoo se acercó sin importar que fuera peligroso. Sungyeol y Nana también se pusieron en pie, escudriñando desde atrás la extraña escena.
-¿Por qué sonríes? –Pregunto Myungsoo amenazante- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia? –El hombre seguía riendo con su voz estridente.
-¿De verdad crees que va a ser fácil? ¿Crees que está solo e indefenso? Hhehe… ¡Necios! No podéis hacer nada contra nosotros. Jamás nos venceréis.
-¿Quién eres tú?... Y qué sabrás…
-…Hehehe…-Rio con ese sonido agudo.- ¿Yo? Solo un humilde prestidigitador volcado en complacer a sus clientes y sus bizarras fantasías. Hehehe… Veréis. –Murmuró hundiendo la mano en el pequeño saco, a la vez que avanzaba hacia ellos. Ellos retrocedieron temblorosos. Aquella situación parecía irreal, absurda y ante todo… Muy siniestra.- Nada por aquí… Nada por allá y ahora… -Sonrió. Los tres se dieron la vuelta para echar a correr, cuando aquel señor con aspecto de duende se abalanzó hacia ellos con un salto, liberando el contenido de la bolsa sobre sus cabezas, creando una lluvia de polvos plateados. En cuanto respiraron, un extraño olor se coló por su nariz, quemando su interior, consiguiendo que su cabeza diera vueltas y se perdiera en un gran océano negro.- Y ahora… Ya sois míos… Hehehe…
Lentamente se acercó a sus cuerpos inmóviles y sacó un reloj de bolsillo plateado. Todos miraron aquel brillo metálico, antes de que sus párpados cayeran por su propio peso y una voz resonara en sus cabezas.
“Mis esclavos, vamos a divertirnos”


SELENE
“Ya estás a salvo, confía en mí.” “Nos conocimos en la heladería hace tiempo, ¿Recuerdas?” “…Fui a buscarte a casa y te besé” “Tienes que acordarte de mí. Estuvimos juntos este tiempo…” “Mis ojos negros…” “Cuando te saqué de la oscura mazmorra…” “Y fuimos juntos de viaje” “¿Sabes quién soy ya? Tao. Tao tu novio.” “Vivíamos juntos, trabajabas para mí” “Te contaré toda la historia si te tomas de nuevo la medicina…” “Recupérate pronto…”
Entre tinieblas, creí abrir los ojos, encontrándome con una luz tenue, y sus ojos mirándome con una ternura que no reconocí del todo, pero hizo que no me sintiera insegura. La cabeza me daba vueltas, y me notaba arder, temblando de frío. Ni siquiera podía pensar. Necesitaba algo que parara la fiebre, algo contra ese dolor.
-Estás despierta. Ten.-Murmuró la persona a mi lado, llenando una cuchara de un líquido brillante.- Te sentirás mejor, te lo prometo.-Lo miré con desconfianza, pero un nuevo escalofrío hizo que asintiera con cuidado, observando cómo se acercaba la cuchara lentamente, para quedarse parada a un centímetro de mi boca.-Pero tienes que recordar, ¿Eh?
Asentí, notando al instante el frío jarabe deslizándose por mi garganta con su amargo sabor. Pestañeé, y sentí sus manos sobre las sábanas que me cubrían, tapándome con esmero. Su piel morena, su pelo liso, sus ojos sonrientes. Le conocía, pero no conseguía encontrar ninguna imagen de él en mi cabeza aturullada.
-Te contaré nuestra historia, recordarás enseguida. Descansa.-Murmuró bajando mis párpados, acariciando mi mejilla. Era familiar, pero… No del todo…- Tú huías de casa, y yo te salvé que fueras atropellada. Era en ese cruce donde siempre hay muchísimos coches, enfrente de una tienda de dulces. Te invité a un helado a cambio, pero seguías preocupada. Nos contamos muchas cosas y… No pude resistirme a abrazarte al final. No quería que te fueras, y como no tenías trabajo… Comenzaste a trabajar para mí, en mi casa. Ese piso en la azotea, con vistas a Seúl. Debes recordarlo muy bien.
Ciertas imágenes se fueron formando en mi mente con esfuerzo según hablaba, completando de una manera perfecta un puzle en mi cabeza cuando terminó de contar nuestra historia y caí rendida ante el sopor y el calor que me envolvía.
Soñé con esa vida, que se había creado en algún lugar de mi mente. Estábamos de vacaciones y comí un pescado al que era alérgica sin saberlo, pero poco a poco me iba recuperando. En mis sueños, sonreía junto a Tao, ese chico maravilloso, con el que tantas cosas había vivido en tan poco tiempo. El cielo brillaba de un tono azul celeste en mi imaginación. Amanecía, un nuevo día comenzaba.

Me desperecé en cuanto salí de la cama, con los rayos de sol sobre mi abdomen, manteniéndome caliente. Bostecé y me dirigí a la cocina, donde ya me esperaba Tao preparando el desayuno. Cuando volvió la cabeza me dirigió una de sus miradas penetrantes, hipnotizándome con la magia de sus ojos. Me sentí tímida y miré hacia el suelo. Aún no estaba del todo acostumbrada a él después del día en el que perdí la memoria. Me sentía torpe y débil a su lado, pero siempre se las ingeniaba para decir lo que quería oír, haciéndome sentir bien sin importar qué sucediera.
-Venga, ven. Sé que estás deseando comer un poco de esto.- Dijo señalando la crema de cacahuete con una media sonrisa.
No tardé en acercarme a quitársela de las manos, sosteniéndola a buen recaudo contemplándola con hambre. Sus labios se hundieron en mi cuello mientras me sostenía con fuerza, clavando sus dedos en mi cuerpo para no dejar que pudiera moverme. Siempre hacía eso, como si temiera que me fuera a alejar de él o a desvanecerme allí mismo. A veces era doloroso, otras veces simplemente placentero y excitante.
Subía por mi mandíbula hasta mi boca, cuando, como normalmente me sucedía, notaba a mi corazón paralizarse, dando un gran vuelco que me dejaba aturdida, haciendo que me sintiera un poco mareada. Tragué saliva, y me alejé de él intentado sonreír, dándole un breve beso.
-Vamos a desayunar…
-¿Otra vez? ¿Qué te ocurre? ¿Es que tienes miedo? –Preguntó como hacía siempre, enfadado y confuso.


-No, no… Tao, no es eso. Se me pasará. Solo que… Aún sigo un poco enferma, creo.- Me miró frunciendo los labios y haciendo un puchero con el que sabía que podía conseguir lo que quisiera.- Pero voy mejorando, no te preocupes.
Con esto, me puse de puntillas para volver a unir nuestros labios, esta vez despejando mi mente, transmitiéndole mi clara atracción por él, entrelazando mis dedos entre los suyos, hasta que conseguí que sonriera de satisfacción. Asintió, volviéndome a dirigir una de sus miradas que parecían leerme por dentro, y nos dispusimos a pasar el día. Recogimos algunas cosas, y antes de irnos, cerró el pestillo de la cocina, como todos los días. Ya no podría volver a entrar hasta la mañana siguiente, con suerte. Suspiré, sin comprender porqué lo hacía, pero instantáneamente olvidé lo que había sucedido, solo pudiéndome concentrar en el día que teníamos por delante.
Estuvimos paseando por la playa, comiendo cuando sentíamos hambre, durmiendo cuando teníamos sueño, jugando, haciendo tonterías. Disfrutando de las vacaciones una vez más.
Me había levantado tarde, pues ese día, el sol se puso con rapidez en el mar. Como todos los días que conseguía recordar con certeza, a esa hora, Tao se ponía a practicar artes marciales, con la luz del ocaso y el sonido de las olas de fondo. Yo le observaba en la terraza de la casa, apoyada en la barandilla mientras disfrutaba de las vistas y respiraba profundamente.
El sonido de su corazón era fuerte y se acompasaba con sus movimientos. Sonreí. Era agradable poder escucharle desde lejos, sentirle a mi lado. El día anterior había descubierto que poseía un oído extrañamente fino, y una vista más que digna de un lince. Podía saber con más o menos exactitud lo que sucedía en la casa, aunque casi nunca me interesaba nada más que no fuera él.
Aun así, en aquellos momentos de tranquila soledad había comprobado que no estábamos solos allí, si no que había varias personas que trabajaban sin ser vistos. Aunque claro, tenía sentido. Cuando nos íbamos la cama estaba deshecha y los platos sucios, y siempre que volvíamos, todo estaba recogido. Me reí de lo idiota que era a veces, girándome para intentar  entrar en la cocina a servirme un poco de zumo.
Pestañeé más de una vez cuando en la puerta me encontré con aquel extraño hombre, bajito, delgado, con grandes ojeras y el pelo ligeramente canoso y revuelto que siempre me asustaba. Como aquella vez. Se restregaba las manos compulsivamente, sonriendo de forma siniestra. Retrocedí un paso sin darme cuenta.
-¿Dónde vas preciosa? ¿Qué se te ha perdido aquí? –Balbuceé algo sobre un zumo, y él agitó las manos de nuevo, alejándome otro paso más.- ¿No tienes dicho que lo pidas desde la habitación? ¡No puedes entrar! –Y al ver que no me movía, siguió gritando con los ojos fuera de sus órbitas.- ¡Largo! Avisa a Tao de que he llegado… Hehehe…


Con su mirada constantemente clavada en mi espalda, volví a la terraza y bajé las escaleras hasta llegar a la playa, donde estaba Tao terminando los estiramientos. Casi era de noche ya, las gaviotas se alejaban para ir a descansar en su refugio. Me acerqué diligente para transmitirle la noticia, haciendo que diera un respingo y corriera hasta la casa sin mirar atrás. A veces, también era así, callado y con mil cosas en mente de las que yo solo acertaba a saber una mínima parte. ¿Qué eran esas cosas que no podía compartir, por las que siempre me dejaba atrás? Suspiré mirando el oscuro horizonte, preguntándome como muchas otras veces, por qué teniéndolo todo, siempre me faltaba algo. Me sentía sola, aun estando acompañada. A veces también me sentía muy torpe, sin ser capaz de recordar lo que había pasado hacia un segundo, sin entender por qué hacía algunas cosas, porqué me sentía más una marioneta que una persona. Me notaba encerrada en mi propio cuerpo, sin poder despertar.
Una ola empujó con fuerza el agua, llegando a mojar mis pies, que se hundieron en la arena, dejando una huella allí donde había estado. No tardó en borrarse, y yo olvidé de nuevo lo que pensaba minutos antes.
Me volví mirando hacia la casa, y al ver la luz encendida de varias ventanas, encogí los hombros y me estiré, intentando quitarme aquel sopor que me perseguía siempre, y no me dejaba pensar con claridad. Una ráfaga de aire me hizo temblar de frio. Me encogí y caminé hacia el hogar, deseando entrar al resguardo de sus brazos, ver una película quizá, bromear y dormir sobre su piel, sin poder escapar de su calidez. Asentí y  me dirigí hasta las escaleras, cuando pude escuchar con claridad su conversación entre susurros.
-Sigue siendo seguro, ¿verdad?, todos siguen sin recordar nada.
-Sí, sí, tranquilo. Mis técnicas son infalibles… Hehehe... ¿Con quién crees que hablas? –Chasqueó la lengua el invitado.- Confiabas más en mí cuando me contrataste. Y por cierto… Va siendo hora de que me des mi paga, ¿no crees?
-¿Él también sigue hechizado? ¿No te está dando ningún problema?
-En absoluto. Un poco de mi polvo de hadas, un movimiento de reloj por aquí y por allá y se cree que tiene que trabajar porque necesita el dinero para salvar a su madre… Hehehe... Le tengo comiendo en mi mano, tranquilo.
-¿Y los demás? ¿Les contaste la historia?
-Sí, sí…Hehehe… La chica está lista, “recuerda” perfectamente todo… Hehehe…
-Perfecto. Entonces… Dime lo que tengo que hacer por ti esta vez. Haré lo que sea.
-Lo que sea… Hehehe… Ya sabes lo que necesito. Sabes lo que quiero. Mañana tienes que venir conmigo de una vez.- Tao resopló y accedió de mala gana.
-Entonces, más te vale que Nana se pueda hacer cargo…
-Por supuesto, por supuesto…


Fruncí el ceño, agitando la cabeza para quitarme esa molesta risa que resonaba contra mi mente una y otra vez. Aquel hombre me daba más que miedo, sus conversaciones eran inentendibles, no podía saber cómo Tao conseguía comprenderle. Hechizos, personas que creían ser otras y pagas… Todo parecía ser siniestro en boca de ese hombre. ¿Qué tramaba? ¿Qué sabía Tao? Se me revolvió en el estómago con un sonido furioso. Pero cada vez que eso pasaba, la cabeza volvía a dolerme, impidiéndome pensar cualquier otra cosa que no fuera en el malestar de mi cuerpo, sin darme tiempo a que llegara a ninguna conclusión.
Decidí dar la vuelta por la playa, respirando aquel aire fresco, para ver si surtía algún efecto contra el dolor. Así, fui llegando lentamente a la puerta principal.

TAO
Entraron juntos en el ala de la casa que ocupaban sus “sirvientes”. Cruzaron la cocina, para llegar a su pequeño salón común, en donde desembocaban sus pequeñas habitaciones. Aquel mago decadente iba delante, guiando su camino. Tenía que arriesgarse a comprobar de primera mano si era cierto lo que le contaba. El hombre sacó a Myungsoo de su cuarto y le ordenó que no escuchara nada. Este asintió, mirando al infinito.
Cuando vio a Myungsoo con sus propios ojos en aquel estado, no pudo evitar sonreírse. Se inclinó ante él, que tenía la mirada perdida, como un verdadero muñeco sin vida. Era penoso, notó con regocijo. En varios días se había convertido en eso: una marioneta a sus pies.
-¿No nos escucha? ¿No es consciente de lo que sucede? ¿De veras que no recuerda nada?
-Hehehe… Creía que podías comprobarlo por ti mismo.-Tao asintió. Su cabeza estaba vacía. No tenía pensamientos.
-¿No puedes hacer que recuerde, pero que su cuerpo no le obedezca? –Murmuró con una idea rondándole.
-¿Qué pretendes?-Profirió con una aguda risa.- Aquí no hay magia de ese tipo, solo… Heehehe… Sustancias adecuadas en proporciones adecuadas. Si recuerda, no puedo controlarle.
-Es una pena…-Susurró Tao, observando más de cerca a Myungsoo.- Me encantaría que viera algunas cosas… Ahora es mía. Solo mía. –Murmuró contra su oído antes de carcajearse.- Nos podemos ir. Confiaré en que Nana… Perdón, Eva, pueda manejar a Selene.
-Claro que sí, claro que sí… Hehehe.
Con una sonrisa, aquel domador de humanos, se dio la vuelta, para meter en la boca de Myungsoo la “medicina”. El joven pestañeó al sentir ese sabor amargo en su boca, confundido al despertar de su letargo inducido por la poderosa hipnosis que ejercía sobre él el hombre que tenía enfrente.
-Con esto te sentirás mejor, lo harás, lo harás… Sé que te duele la cabeza. No te preocupes… Hehehe. -Myungsoo tragó diligentemente, frunciendo el ceño al sentir aquella fría pastilla en su garganta.- Muy bien, eso es. Ahora, haz lo que te manden. Saca la basura, ¿eh? Buen chico…Hehehe…
Myungsoo se inclinó ante ellos antes de salir de allí sin mediar palabra, notando como el pesado dolor de cabeza se tapaba de nuevo por sombras negras que acabaron con la mínima posibilidad de que un pensamiento propio surgiera de él. “sacar la basura, sacar la basura”.
Caminaba como un verdadero autómata, sin darse apenas cuenta de lo que hacía, ahogado en una pequeña ansiedad al no ser capaz de hacer nada para evitar sentirse triste y vacío. “Tengo que sacarla de allí” El recuerdo de esa persona herida, tendida en una cama blanca, rodeada de oscuridad, le dio fuerzas para recoger la pesada bolsa entre sus manos. “Espérame. Te salvaré” El único recuerdo que se mantenía claro era su voz llamándole con necesidad. Solo por eso, no podía dejar de luchar. “Por mi madre”.
Sus pensamientos se volvieron a nublar, mientras Myungsoo asentía convencido, sin ninguna otra imagen en la cabeza. Solo ese poderoso deseo le movía para seguir con esa vida sin sentido, en la que ni siquiera sabía quién era.





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