-Debéis marcharos lo más rápido posible.
–Raudo el doctor se acercó a una de las ventanas, oteando en el horizonte,
ladeando la cabeza. –Parece que va a haber suerte. Todos están suficientemente
ocupados intentado descubrir que han sido esos temblores, seguramente si vais
con cuidado no os verán. Igualmente…Podeos esto. -Dicho lo cual, sacó de un
gran armario varias batas blancas y mascarillas.- A partir de ahora sois
enfermeros, y necesitáis salir a por material urgentemente por los heridos. Con
todo el caos que hay fuera, os dejaran marchar.
-¿Por qué… Solo dos? –Preguntó Selene
cogiendo las prendas con cuidado.
Sungyeol, Nana y el doctor se miraron con
cuidado. Suspiraron, tenían que justificarse, aunque entonces sería algo más
difícil convencerles.
-Chicos, yo voy a acompañarles. Luego puedo
ponerme otra bata yo también y salir, pero debería ayudarles con Tao. Solo
ellos no podrán. Y tú… No puedes venir.
-Sungyeol… -Murmuró Myungsoo, pestañeando con
el ceño fruncido. - ¿Q-qué…? –El aludido, levantó las palmas de las manos y
encogió los hombros.
-No va a pasar nada, en serio. Tao parece un
flojucho.- Dijo sonriendo débilmente.- Solo es ir a su cuarto y capturarle.
Además tenemos todo tipo de calmantes y otros medicamentos. Tenemos un médico
entre nosotros ¿qué puede ir mal? –Myungsoo y Selene no pudieron evitar si no
reír suavemente con aquella ocurrencia.- Vamos, largo, largo… -Dijo con
aspavientos.
Mientras se terminaban de preparar todos,
Nana daba vueltas sobre si misma, sin saber qué hacer. ¿Debería hablarla? Quizá
no la volviera a ver en mucho tiempo. Entonces, ¿Qué iba a hacer? Tenía que
explicarle… Atando un mechón de pelo alrededor de su dedo índice, dio unos
ligeros toques en la espalda de Selene. Ella se volvió, intentando sonreír, un
poco tensa.
-Ah… Selene… -Tomó aire, y soltó todo un
poco, quizá, demasiado rápido.-
YaséquecreesquetetraicionéperoesosoloerapartedelplandeTao. –La miró un poco
compungida, añadiendo: Lo siento. Dije lo que dije en su día para evitar que
corrieras mayor peligro, no porque realmente quisiera atraparte. Ni de broma
–Bufó indignada.
Selene miró un momento al suelo, mientras se
mordía el labio inferior, y las comisuras de su boca se giraban hacia abajo.
-¿De verdad? –Preguntó, haciéndose la dura,
aun cuando ya desde un principio había creído lo que decía.
-Pues claro, pavoncia.- Susurró acercándose a
abrazarla.
Sungyeol y Myungsoo se miraron riendo.
“¿Pavoncia?” Myungsoo hizo una mueca de ignorancia ante la pregunta, y continuó
observándolas sin que se dieran cuenta.
-Ya era hora de que hablaran de sus cosas.
–Susurró Sungyeol apoyando el mentón en el hombro de su amigo.- Y pensar que
Tao incluso consiguió que dudaran la una de la otra… Míralas, son como niñas
pequeñas. –Rio cuando casi comenzaron a dar saltitos entusiasmadas ante la
cantidad de noticias frescas que podían compartir.
-Sí. –Murmuró Myungsoo, mucho más seco ahora
que había descubierto a su padre observándole. No quería hablarle, no quería
saber nada más de él, pero al fin y al cabo… - Oye.- Dijo atrayendo aún más su
atención.- Id con cuidado. Todos. – El doctor sonrió de medio lado.
Asintieron y también se pusieron en marcha,
cogiendo varias jeringuillas con medicamentos a usar para dormirá Tao, esposas,
una soga y alguna que otra arma de fuego. Toda precaución era poca llegados a
este punto. Parecían un grupo de superhéroes primerizos. Por otra parte
Myungsoo y Selene se habían enfundado hasta los guantes y estaban
irreconocibles bajo todo ese material clínico.
-Llevad precaución vosotros también. No
levantéis la cabeza, hablad siempre con respeto, hacen lo que os digan. Tarde o
temprano llegareis a la puerta, sanos y salvos. Entonces decid que yo os mando
por medicamentos, que los necesitáis urgentemente pues hay mucha gente herida.
Presionad hasta que os dejen marchar. No tengáis miedo, no va a salir mal. -Por
último, posó su mano en el hombro de su hijo, apretándole, intentado transmitir
la mayor confianza posible. Myungsoo asintió.
-Espero escuchar solo noticias buenas después
de esto. No dejéis que escape.
-Descuida. –Dijo Sungyeol con un guiño,
aunque bajo su apariencia de seguridad, se sentía tan asustado como todos.
Asintieron con fuerza tanto unos como otros
y, con una última mirada, se alejaron en direcciones diferentes.
Selene y Myungsoo avanzaron juntos entre los
escombros, oyendo del ruido de pasos y conversaciones ajenas, hasta llegar a
una puerta que daba al patio. Con sumo cuidado abrieron, pretendiendo salir de
allí lo antes posible.
-¡Ey! ¡Vosotros! ¿A dónde vais?
¡Identificaos! –Les interceptó un soldado.
Se tensaron bajo la ropa, abriendo los ojos y
tomando aire con miedo y sorpresa. Myungsoo agarró de la muñeca a Selene,
preparándose para lo que tuviera que pasar, aunque sin estar dispuesto a volver
a alejarse de ella. La dirigió una mirada tranquilizadora, tragó saliva, y se
volvió para encararse con aquel hombre.
-Tenemos que salir fuera, el Doctor Huang nos
manda urgentemente por medicamentos para tratar a los heridos. –Dijo con voz
autoritaria.
-Claro, el Doctor Huang. –Recapacitó en voz
baja.- ¿Y por qué vais dos? ¿Hace falta que salgas ambos? Creo que no hay mucha
gente en enfermería.
-Sí, tenemos que salir los dos, así
volveremos antes y con más material, y no se tendrán que hacer dos viajes. El
doctor nos lo dijo así. –Intervino esta vez Selene, agachando la cabeza una vez
terminó.
El guardia les miró intermitentemente,
desconfiado. Ellos, siguiendo las indicaciones que les habían dado, continuaron
su camino, Myungsoo tirando levemente del extremo de la bata de Selene para que
fuera tras él. El hombre en el pasillo, levantó la cabeza, alarmado.
-¡Eh! ¡Eh!
-Lo siento, pero no podemos entretenernos, un
minuto puede significar una vida. –Exclamó Myungsoo con voz tensa y un toque
fúnebre.
Eso bastó para que pudieran continuar. El
soldado frunció el entrecejo, pero volviendo la vista atrás, viendo el edificio
medio derruido en algunas partes, le decidió a escoltarles a la salida. Cuando
comenzó a seguirles, ellos aceleraron el paso, pero con un tono cordial, el
guardia explicó:
-Si voy con vosotros el trámite será más
rápido y podréis recuperar el tiempo que habéis perdido. –Ellos escondieron una
sonrisa y llegaron a la salida. Dejaron que su súbito acompañante se encargara
de explicar a los demás la razón de su salida, y les abrieron la puerta en unos
instantes. Dieron las gracias y continuaron adelante con prisas. Torciendo en
la primera calle que encontraron, siendo perdidos de vista por la gente dentro
de la fortaleza.
-¿Y su identificación? ¿Quiénes eran?
–Preguntó aquel que estaba haciendo el documento, constatando la salida.
-Ahhh…-Murmuró el que les había ayudado,
sintiéndose ignorante. –Pues ya sabes, médicos… Tenían prisas, no les iba a
preguntar eso. Cuando vuelvan lo puedes completar. –Todos asintieron, aunque
con duda. No podían hacer nada, todo había sido muy rápido y ninguno se fijó en
sus caras. Solo pudieron continuar esperando.
No fue hasta que no alcanzaron de nuevo parte
de la civilización que torcieron y se guardaron los guantes y los gorros en los
bolsillos. Consiguieron un taxi, y sin dejar de estar alerta, se montaron,
siendo llevados con rapidez hasta el piso de Myungsoo. Con el corazón en un
puño, subieron corriendo hasta que, por fin, cerraron la puerta de la casa tras
de ellos, respirando aliviados por primera vez en varios días.
La casa se notaba fría, vacía y casi
abandonada, pero la calidez que pudieron sentir ellos al volver a ese conocido
paisaje no tenía nombre. Al fin habían vuelto, juntos y vivos. Parecía increíble
lo que había pasado desde la última vez que estuvieron allí. Desde que se
conocieron, incluso.
Myungsoo se volvió hacia Selene, que
contemplaba estática el salón, y la recogió entre sus brazos, incapaz de
mantenerse alejado un minuto más. Había conseguido recuperarla, estaba a su
lado, allí, en la seguridad de aquellas paredes, donde nadie podía interrumpir
su momento de paz. Selene recostó la cabeza en su hombro, también abrazándose a
su espalda, atrayéndolo hacia ella, sintiendo como su agotado cuerpo se agitaba
bajo sus caricias. Como había echado de menos escuchar su corazón, sentir su
aliento en el cuello, su torso contra el suyo. Se estaba tan bien así… Sin
pensar en nada más que en él… Sin darse cuenta cerró los ojos, y se abandonó a
un pesado sopor que la hizo incapaz de mantenerse con sus propias fuerzas.
-Selene…-Murmuró Myungsoo cuando notó como se
iba quedando dormida. Sonrió cogiéndola con más fuerza, asegurándose de que no
cayera.- Deberíamos ir a la cama.
El reloj marcaba las tres de la tarde, pero
poco les importaba, no habían descansado en días, y por fin podían dormir algo
más tranquilos. Myungsoo la condujo hasta su habitación, recostándola con
cuidado en cama y tumbándose él al lado, bajo las mantas. Acarició su pómulo,
donde descansaban las pestañas que le hicieron cosquillas en la yema de los
dedos. Él rio y se abrazó a ella, dejando un pequeño beso en su frente. Selene
sonrió en sueños y agarró la mano de Myungsoo, hundiéndose en el hueco de su
cuello, notando aun inconscientemente la tranquilidad que le proporcionaba
escuchar su pulso cerca de su cuerpo.
Se repetían una y otra vez de camino que no
debían pensar en nada claramente. Si tenían que utilizar sus impulsos, mejor,
sin razonar, o Tao lo sabría y se podría adelantar a sus pensamientos. Asentían
inseguros mientras continuaban la marcha. El despacho no estaba lejos del de su
padre, llegaron enseguida.
El médico les miró alternativamente, poniendo
la mano sobre el pomo de la puerta. Ante su sorpresa, estaba abierta. Confusos,
con el ceño fruncido, sujetaron mejor sus armas, dispuestos a atacar en
cualquier momento, y uno detrás de otro, rápidamente, se colaron en la
habitación.
El sol iluminaba tenuemente la estancia a
través de las toscas cortinas, por lo que no había mucha luz. Nana, la última
en entrar, encendió las lámparas del techo, con cuidado. Como sospechaban desde
que entraron, no había nadie. Para asegurarse, registraron el piso de arriba
también, buscando incluso dentro de los armarios, pero era un caso perdido. Tao
había escapado. Sungyeol dio un golpe a la pared frente a él, sintiendo la
rabia a flor de piel.
-Lo siento, chicos. Parece que el problema no
va acabar aquí. –Suspiró el doctor, sentándose sobre el sofá. Ni siquiera
estaba frío. -¡Maldita sea! Seguramente habrá huido con nuestros pensamientos…
Ahora es más poderoso… Como Myungsoo…-Se echó las manos a la cabeza,
resoplando.- ¿Por qué no puede ser todo un poco más fácil?
-Bueno, tranquilícese… Solo hay que seguir
buscando, ¿no? Mientras Myungsoo y Selene puedan irse lejos… No habrá gran
problema.
-Solo que estarán huyendo para siempre, sin
saber cuándo puede ocurrir otra desgracia. –Apuntó un escéptico Sungyeol. –No
puede salirse con la suya, tenemos que encontrarle.
-Solo que eso ahora mismo… Casi va a ser
imposible. Si se ha ido, solo podemos esperar a que aparezca de nuevo. No
tardará en hacerlo, está más que desesperado y loco.
-¿De verdad que no podemos hacer nada?
–Murmuró Sungyeol, cabizbajo, sintiéndose impotente.
-¿Qué quieres que hagamos, Sungyeol? No
podemos salir ahí y comenzar a buscar, y menos tú, cuando aquí te conocen ya.
No nos podemos mover libremente, y lo más seguro es que ya esté fuera. Y ahí,
solo podemos limitarnos a cuidar de Selene y Myungsoo, esperando a que aparezca
para cogerle. Hemos perdido esta oportunidad, ahora no va a ser fácil.
Sungyeol observó el suelo, resignándose con
rabia, mordiéndose el labio con fuerza. “No va a ser fácil”. Con el tiempo, fue
asintiendo.
-Bueno, así que solo podemos… Esperar.-Suspiró.-
Entonces… Debería irme. Aquí no pinto nada más. Tengo que ayudar a…
-Sungyeol. –Dijo el doctor con miedo en sus
ojos.- No les digas nada por ahora. No les digas que no tenemos a Tao, no les
preocupes. Creo que… Necesitan un pequeño descanso. –Sungyeol también lo
pensaba, pero…
-¿Cómo les voy a engañar? ¿Y si pasa algo de
repente? ¿No sería peor? Quizá entonces no se irían…
-Lo sé, Sungyeol, lo sé… Solo… Solo unos
días. Déjales respirar, no va a pasar nada por unos días…
-Sí.-Dijo Nana, afirmando.- Necesitan
vacaciones. Además, Tao no es gran cosa. Puede leer pensamientos, pero…
Myungsoo puede manejar las cosas como quiera, y Selene puede sentirle, no están
desprotegidos, y con nuestra ayuda, menos aún. ¿No estaría bien un viaje al
Caribe? Seguro que les viene bien… Y si les acompañamos… -Nana comenzó un
pequeño monólogo consigo misma, planeando qué llevarse y que no. Los destinos
posibles, las escenas románticas, los detalles que su imaginación, ilusionada
con la idea, le proporcionaba.
Sungyeol rio, y negó lentamente con la
cabeza, medio convencido.
-Entonces, chicos, debéis marcharos y cuidar
de Myungsoo y Selene.
-¿S-solo nosotros? –Preguntó Nana, incrédula.
-¿Y usted?
-No puedo salir de aquí, Nana. Soy como un
prisionero: “vital para la investigación”. Por eso, os lo pido, y les dejo en
vuestras manos. Si llega a suceder algo, avisadme. Yo puedo comprender a mi
hijo más que ninguna otra persona.
Apenados, confusos y nerviosos, aceptaron la
misión, sin saber que podría llegar a suceder en un futuro, solo dispuestos a
mantener con vida a sus amigos y a ellos mismos.
Consiguieron salir de allí, esta vez siendo
escoltados por el mismo doctor, al que, por supuesto, obedecían todo los
militares del lugar. Se despidieron con un “hasta luego” y Nana y Sungyeol
fueron preparando el viaje en el camino hasta sus casas. Era algo con lo que
entretener sus mentes, para no pensar en Tao y sus posibles siniestros planes.
-Bueno, entonces… Mañana compramos los
billetes.
-Vale, hasta mañana. –Nana agitó la mano
mientras se daba la vuelta para subir al piso… A su piso… Ese que había
compartido con Selene, del que Tao conocía la dirección… -Sung-Sungyeol… Ahhh…
Verás… ¿Puedo ir contigo hoy? Tao conoce esta dirección, y así además será más
fácil hacer los preparativos…
-Claro, vente. –Sonrió Sungyeol, sintiendo,
no sabía por qué, una inmensa alegría al escuchar aquello.
No del todo lejos de allí, una sombra se
proyectaba contra la ventana de la habitación del médico. No se movía, parecía
no respirar, pero estaba atento a todo, esperando, jugando con el filo de la
espada, el regreso de su padre. Su aspecto despreocupado escondía el odio, la
miseria y la furia que casi le hacía pedazos.
Le había traicionado. Le había traicionado
por él, por Myungsoo. No solo se contentaba con robarle su amor,
sobreviviendo cuando debería estar muerto. No. Además tenía a su padre
defendiéndole.
Cuando escuchó la puerta abrirse no se
molestó en esconderse. Ya sabía lo que pensaba, lo que esperaba encontrarse
allí. Aun así, cuando le vio frente a su escritorio, no pudo dejar de
sorprenderse, y de tener miedo. Tao seguía en la base, en su despacho,
mirándole con los ojos llenos de ponzoña.
-Zitao… Estás aquí… -Murmuró con voz trémula,
mientras las imágenes de su anterior conversación pasaban raudas por su cabeza.
-Sí, padre. Me estabas buscando, ¿no es así?
–Susurró, acercándose a él, dejando ver su sable.- Tengo entendido que querías
apresarme… -Sus ojos se volvieron de hielo, sin asomo de humanidad en ellos.
-Zit-tao… Tienes que parar. Por favor,
escúchame. –Dijo desesperado, viendo que su hijo continuaba avanzando
inexorablemente.
-¿¿Escuchar a un traidor?? TÚ –Musitó con voz
ronca y ahogada.- No te reconozco como padre.
-¡¡TAO…!! .No puedo continuar, pues un
gruñido de dolor se tragó sus palabras cuando el sable se hundió en su
abdomen.- T-Tao… Escu…Escucha… Sois… Hermanos. –Terminó su
frase con un suspiro agotado. Tao se mantenía de pie, erigiéndose como una
cruel bestia.
- Me encargaré de cuidar a mi querido… Hermano.
–Con esto, arrastró de un golpe la espada fuera del cuerpo de su padre,
desgarrándole.
Viéndole tendido en el suelo, ensangrentado,
sintió pena. Pero no podía perdonarle ya. No después de todo… No necesitaba más
obstáculos en su camino.
-Adiós padre.-Agachándose, cerró sus ojos con
un leve suspiro, mordiéndose el labio. Estaba hecho.
Salió de allí cubriéndose con una capucha,
dispuesto a tomar su libertad por la fuerza. Tenía que salir de allí. Encontrarla.
Mientras caminaba por los pasillos, consiguió
escuchar el leve murmullo de un pensamiento casi inconsciente. “Espero que el
Destino sea más amable con vosotros. Que no pase lo peor, por favor… Que no
suceda nada malo…” Tao miró de reojo hacia atrás, despidiéndose de aquel
sonido, sin entender del todo a lo que se refería.
-No pasará nada… -“Mientras consiga lo que
deseo” Terminó su fuero interno con una sonrisa maléfica.
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